EDICIÓN TRECE

Si uno busca la etimología de “futuro”, notará que la traducción del latín corresponde a “lo que ha de ser” o “lo que está por venir”. En otras palabras, se trata de un escenario que no ha tenido lugar en la realidad. Basta con asomarse a la historia de las grandes civilizaciones y pueblos antiguos para comprobar el interés humano por conocer lo que, en principio, se presenta como imposible: prácticamente en todas hubo figuras que se dedicaban a traer este conocimiento para el resto del colectivo en la forma de una profecía. Fuera por linaje, elección o adopción particular –según sea el caso–, el hecho es que tales figuras ocupaban un rol social asociado –o “destinado”–, según la creencia, a traer un relato de “lo que está por venir” y presentarlo a los demás.

Independientemente de la validez o veracidad de los pronósticos que elaboraban estas figuras, su práctica, en cierto modo, no ha desaparecido del todo. No solo en su forma literal –creencias mágicas o sobrenaturales–, sino, ante todo, en la forma de especialistas que utilizan un método científico para construir los relatos de aquello que, según sus afirmaciones, sucederá. Nuestra inclinación a buscar algún grado de seguridad sobre lo que no hemos visto es infranqueable. La ambigüedad y el azar tienen un rostro atractivo cuando aparecen de manera medida, pero su cara opuesta es la angustia en estado puro. Podemos tolerar ciertos niveles de incertidumbre, pero nos resultaría imposible enfrentarnos con una falta absoluta de conocimiento y control de lo que va a suceder. Nuestra lucha por conocer lo que pasará mañana es paradójica: la única certeza es que siempre será, en mayor o menor medida, incierta. Sin embargo, lidiar con esa angustia es lo único que nos permite abrir nuevos caminos: entre más se desea un escenario conocido, más probable es que uno cierre los ojos a un escenario distinto y necesario.

El presente número de Tres Puntos aborda el “futuro” como tema central, mas no para presentar a nuestros lectores un escenario utópico con tecnología altamente desarrollada donde los humanos al fin logran vivir en paz. Tampoco nos interesa su opuesto: un futuro posapocalítptico, con escasez definitiva de recursos vitales, al cual parece que nos dirigimos irremediablemente. Aunque el futuro cuenta con escenarios que se erigen con una probabilidad mayor sobre otros, no existe destino que sea único o irrevocable. Sería impreciso hablar de una evolución lineal en donde la tecnología conduce hacia un progreso infinito como, implícita o explícitamente, la publicidad y otros relatos tratan de hacernos creer. Enfrentamos crisis de diversas índoles y hemos desarrollado nuevas tecnologías –cuyo impacto en nuestro modo de vida todavía es difícil de medir– y, a pesar de todo, por ahora quizá lo mejor sea sentarnos a plantear tantos futuros como nos resulte posible imaginar.

En esta ocasión ofrecemos a nuestros lectores artículos sobre asuntos diversos: desde el alfabetismo de futuros y el papel del editor ante la inteligencia artificial, hasta una propuesta de marco ético respecto a la computación cuántica y un artículo sobre la necesidad de regular la maternidad subrogada en México, a fin de garantizar, en aras al futuro, los derechos de quienes participan en ella. Todo esto es solo una parte del contenido. Dejaremos a nuestros lectores descubrir el resto por cuenta propia. Quizá esto sirva como entrenamiento para que empiecen a dibujar escenarios posibles con su imaginación.

Como siempre, Tres Puntos les da la bienvenida.