Al despertar cada mañana, nuestra expectativa es enfrentarnos a una rutina con la que nos hemos familiarizado. Sin embargo, ¿cuántas veces hemos modificado esta rutina para hacer frente a imprevistos? Con seguridad, contarlas resultaría imposible. Pues bien, cabe imaginar que si pequeños imprevistos alteran nuestra rutina diaria, en un instante también puede cambiarnos la vida entera.
Vale decir que no es sano permanecer en la incertidumbre todo el tiempo. Iniciar cada día, mes o año sin orden o noción de alguna clase desataría nuestra ansiedad. Algunos quizá seamos más precavidos y tratamos de anticipar las posibles eventualidades que podrían presentarse, pero ¿qué tan factible es que siempre podamos estar preparados? Para otros, en cambio, vivir el momento es la fórmula para la paz interna, por lo que perciben la anticipación como levantar una roca donde el peor escenario posible yace debajo. Asuntos de esta índole dependen de las vivencias personales y de la perspectiva que cada quien les haya aportado.
Asumir que no controlamos –ni podemos controlar– todo lo que sucede alrededor de nosotros es, quizá, la mejor postura para afrontar la vida. Sin embargo, esto no implica que sea imposible ni dañino tratar de anticiparnos a escenarios futuros más o menos factibles. Podemos aplicar esta premisa desde lo personal hasta lo profesional o laboral, o prácticamente en cualquier ámbito con el que nos relacionemos. Existe una habilidad que nos permite enfrentarnos de mejor manera al mundo de posibilidades que pueden presentarse a largo plazo. No se trata de un tema esotérico ni de capacidades extraordinarias o superhumanas. La habilidad que expondré a continuación consiste en relacionar lo que acontece a nuestro alrededor e interpretar distintas señales que pueden manifestarse.
Hace un par de años leí por primera vez acerca del término “alfabetismo de futuros”. Me pareció extraño, casi pretencioso. ¿Acaso no es mejor intentar anclarse al presente, vivir aquí y ahora, para no sufrir por la ansiedad que causa lo desconocido? ¿Para qué imaginar posibilidades que quizá nunca lleguen a existir? Pero algo resonó en mí. Tal vez fue porque, a lo largo de mi vida, he tenido la sensación de que hay personas que son capaces de estar un paso adelante de manera natural o al menos esa era mi percepción. He conocido a varias a lo largo de mi vida a las que encuentro admirables. Llevo tiempo aspirando al desarrollo de esa capacidad. Porque si existe algo indudable es que todo cambia. Eso nos deja con dos alternativas: aprender a movernos con el cambio o permitir que nos arrastre.
Hoy, después de un tiempo dedicándome al estudio de futuros, puedo decir que esa palabra –alfabetismo– no es una exageración. Al contrario: se trata de una habilidad fundamental. Es una forma de leer el mundo que no se limita a intentar verlo como es, sino como podría ser.
¿Qué es el alfabetismo de futuros?
El alfabetismo de futuros –también llamado Futures Literacy, término impulsado por la UNESCO– es la habilidad para imaginar, interpretar y dar sentido a los futuros posibles. En lugar de una bola de cristal que predice los acontecimientos que sucederán, el aprendizaje se basa en leer las señales del presente que apuntan hacia diversas trayectorias posibles.
Es como aprender a leer un nuevo lenguaje. Al principio, solo parece haber símbolos sin sentido: avances tecnológicos, conflictos sociales, nuevas generaciones con valores distintos. No obstante, con el tiempo se adquiere la capacidad de unir los puntos. Descubres patrones. Se llega a entender la conexión que existe entre las cosas y, por ende, la forma en que las decisiones que hoy tomamos moldean los caminos de mañana. En palabras más sencillas: alfabetismo de futuros significa saber imaginar lo que viene para tomar mejores decisiones hoy.
Para ello, es preciso visualizar el futuro de manera no-lineal. De ahí que hablemos de “futuros”, en plural, y no de uno solo. Con tantas variables y probabilidades, sería una ingenuidad de nuestra parte creer que todo acontecerá tal como imaginamos. En algunas ocasiones podría suceder, pero en la mayoría de los casos seguramente influyen aspectos fuera de nuestro control. Por tal motivo, la habilidad mencionada implica ser capaz de visualizar diversos escenarios y actuar en función de aquellos que consideramos más relevantes. Posteriormente, con base en los escenarios seleccionados, se trazan rutas de acción. Así podemos ser más precavidos ante una diversidad de posibilidades. Quizá es imposible blindarse de ciertos sucesos. Sin embargo, en buena medida, depende de la capacidad que tengamos para identificar nuestras prioridades –o incertidumbres– más críticas en este tipo de ejercicios.
El académico Sohail Inayatullah afirma que, al trabajar con el futuro, deben ser tomados en cuenta varios niveles de profundidad, y para alcanzar esta meta propone el Análisis Causal en Capas (CLA)1. Se trata de un método que distingue cuatro niveles: los hechos visibles y cotidianos, las causas sistémicas subyacentes, los discursos que usamos para interpretar el mundo y los mitos o metáforas profundas que moldean nuestra percepción de la realidad. Según Inayatullah, cuando nos quedamos en la superficie, “reaccionamos a los síntomas sin transformar las causas”1. Desarrollar una “alfabetización de futuro” significa adquirir la capacidad de transitar entre estos niveles y cuestionar incluso los marcos desde los que imaginamos lo posible.
Las pequeñas anticipaciones cotidianas
Pensamos en el futuro como algo lejano, pero está por doquier. Cuando elegimos una carrera, cuando decidimos mudarnos, cuando invertimos en algo e incluso cuando preferimos no hacer nada, actuamos sobre un futuro que creemos probable, deseable o temido.
Recuerdo una ocasión en la que un grupo de colegas y yo analizábamos la posibilidad de incorporar tecnologías de realidad virtual en experiencias educativas, aunque permanecía la reserva de que quizá “eso todavía no está listo”. Sin embargo, yo no podía dejar de pensar que si esperábamos a que todo estuviera servido, llegaríamos tarde. Nos atrevimos a empujar el proyecto, no porque supiéramos cómo iba a salir, sino porque podíamos ver los patrones: una generación cada vez más inmersa en entornos digitales, una necesidad creciente de aprendizaje experiencial y una brecha entre lo que las universidades enseñaban y lo que el mundo demandaba. Así nació lo que es hoy el EduLab UDEM, un espacio de exploración tecnológica para docentes. El propósito de dicho espacio es desarrollar capacidades que permitan adoptar las nuevas tecnologías, de manera oportuna y anticipada, para su implementación en experiencias de aprendizaje.
Lo que vivimos no se trataba de una predicción, sino de una lectura. Logramos leer –quizá de una manera muy amateur– señales débiles que apuntaban a un cambio de paradigma. El corazón del alfabetismo de futuros yace en aprender a ver esas señales e interpretarlas y a preguntarse “¿Y si…?” para evaluar diversas posibilidades.
Dejar de reaccionar y empezar a anticipar
En mi experiencia personal, una de las mayores transformaciones que trae el alfabetismo de futuros es el paso de la reacción a la anticipación. Cuando vivimos únicamente desde el presente, el cambio se convierte en amenaza. Pero, cuando nos anticipamos a su llegada, el cambio se transforma en posibilidad.
El futurista Jim Dator, una de las figuras más influyentes del campo, sostenía que “el futuro no puede conocerse, pero los futuros pueden ser estudiados”2. Esta frase sencilla nos abre la puerta a una relación más saludable con la incertidumbre: no como un obstáculo, sino como un campo fértil de exploración. Dator también formuló lo que se conocen como las tres leyes del futuro, que ofrecen una base sólida para cualquier práctica de anticipación significativa. 1) El futuro no puede predecirse, pero los futuros pueden ser influenciados. Recordemos que el objetivo no es adivinar lo que pasará, sino intervenir con intención. 2) Toda predicción útil lucirá ridícula en un primer momento. Imaginar futuros transformadores implica desafiar lo establecido, y eso genera incomodidad. 3) Toda idea sobre el futuro debe parecer absurda; de lo contrario, no vale la pena discutirla2. Esta ley nos invita a abrazar la imaginación como un motor legítimo de pensamiento estratégico.
Es fácil intuir que las leyes anteriores no son un recetario. Su objetivo es mostrar que, para el pensamiento prospectivo, las certezas son irrelevantes; lo que importa es establecer posibilidades conscientemente. Cuando las personas desarrollan el alfabetismo de futuros, notan que, detrás de cada decisión, política e innovación, existe una narrativa del futuro en juego. En otras palabras, el reto no consiste en saber lo que ocurrirá, sino en aprender a preguntarse qué podría suceder, qué deseamos que ocurra y qué acciones podemos tomar en el presente para acercarnos a nuestro deseo.
Lo que no cambia también importa
El alfabetismo de futuros va más allá de estudiar el cambio. Identificar lo que permanece, lo que vale la pena proteger, también importa. En lo personal, descubrí que deseo preservar la capacidad de establecer conexiones humanas profundas. Para mí esta experiencia posee un enorme valor, incluso entre el desarrollo de tecnología, velocidad y automatización.
Por eso, cuando hablo de futuros con mis estudiantes o colegas, insisto en que imaginar no significa evadirse; al contrario, se trata de compromiso. Lejos de un escape del presente, su función es transformarlo. Visualizar futuros posibles es, de cierta forma, cuidar el presente también: abrir espacio a otras formas de ser, pensar, sentir y actuar.
La futurista Jane McGonigal sostiene que imaginar futuros no es una pérdida de tiempo, sino un acto radical de preparación. En su libro Imaginable propone ejercicios mentales y creativos para desarrollar “músculos anticipatorios” que permiten enfrentar el cambio con más agilidad y menos ansiedad. Ella afirma que “cuando practicamos imaginar futuros, mejoramos nuestra habilidad de detectar oportunidades y riesgos antes de que ocurran”3.
Cómo empezar (aunque no te dediques a la futurología)
Tengo la impresión de que la mayoría de la gente no consigue imaginar cómo hay quienes se dedican a estudiar los futuros o solo lo conciben como un asunto exclusivo para expertos. Pero no es así. La anticipación es una capacidad con la que contamos todos. El problema es que no fuimos entrenados para utilizarla conscientemente. Como señala Riel Miller, la anticipación es una capacidad humana universal, pero el alfabetismo de futuros consiste en “hacer consciente ese acto anticipatorio y usarlo para transformar nuestra relación con el futuro”5.
Aquí algunas formas sencillas de empezar a desarrollar esta habilidad, junto con herramientas que han demostrado ser eficaces en distintos entornos educativos y organizacionales.
Observa los patrones. Presta atención a los cambios sutiles en tu entorno –tecnológicos, culturales, sociales– y trata de pensar qué cambios suscitan y qué valores emergen con ellos. Herramientas como el Horizon Scanning o el Análisis STEEP (Social, Technological, Economic, Environmental, Political) son útiles para mapear estas señales.
Hazte preguntas. “¿Qué pasaría si…?” es la clave. Para imaginar escenarios, se requiere la elaboración de preguntas provocadoras. ¿Qué pasaría si las ciudades dejaran de ser el centro de la vida económica? ¿Qué pasaría si la inteligencia artificial determinara la educación del futuro? El uso de scenarios building o “construcción de escenarios” permite formalizar estas exploraciones en historias coherentes y útiles para la toma de decisiones.
Cuenta historias del futuro. No hace falta ser escritor. Basta imaginar cómo sería un día en tu vida dentro de 10 o 20 años. Este tipo de narrativa, conocida como experiential futures, término empleado por Stuart Candy y Jake Dunagan, busca hacer tangibles los posibles futuros a través de prototipos, relatos o simulaciones1.
Dialoga con otros. La anticipación se enriquece cuando es colectiva. Puedes aplicar metodologías participativas como Future Wheels, World Café prospectivo o incluso ejercicios de design fiction para explorar posibilidades en grupo.
Acepta que hay muchos futuros. No hay un solo camino. Además, no todos los escenarios deseables serán posibles, ni todos los escenarios posibles serán deseables. Este principio es central en el Futures Cone, una herramienta visual desarrollada por Joseph Voros que clasifica futuros en posibles, plausibles, probables y preferibles, ayudándonos a expandir nuestras perspectivas más allá de lo inmediato6. Empezar no requiere más que disposición a mirar más allá del presente inmediato. El alfabetismo de futuros basa su aporte en expandir la imaginación, desafiar los supuestos y generar nuevas opciones de acción.
El futuro como acto de empatía
Tal vez la idea más poderosa que he aprendido es que imaginar el futuro va más allá de una herramienta estratégica. También es un acto de empatía. Cuando imaginas cómo puede cambiar el mundo, estás pensando en otros: en tus hijos, en tu comunidad y en las generaciones que están por nacer. Y aquí vale la pena preguntar: ¿Somos conscientes de lo que viene? ¿Estamos haciendo algo al respecto?
El alfabetismo de futuros guarda relación, asimismo, con un deseo de cuidar. En vez de adivinar, el presente se cuida al tomar conciencia de aquello que puede llegar. Consiste, a su vez, en cuidar nuestras decisiones, puesto que todas tienen consecuencias, y nuestra imaginación, toda vez que allí empieza cualquier transformación.
Referencias
1 Candy, S., y Dunagan, J. (2017). Designing an experiential scenario: The people who vanished. Futures, 86, 136-153. https://doi.org/10.1016/j.futures.2016.05.006
2 Dator, J. (2007). Alternative futures at the Manoa School. Journal of Futures Studies, 11(2),1-18. https://jfsdigital.org/articles-and-essays/2007-2/vol-11-no-2-december/alternative-futures-at-the-manoa-school-jim-dator/
3 Inayatullah, S. (1998). Causal layered analysis: Poststructuralism as method. Futures, 30(8), 815-829. https://doi.org/10.1016/S0016-3287(98)00086-X
4 McGonigal, J. (2022). Imaginable: How to see the future coming and feel ready for anything. Spiegel & Grau.
5 Miller, R. (2018). Transforming the future: Anticipation in the 21st century. Routledge; UNESCO. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000264644
6 Voros, J. (2017). The futures cone, use and history. The Voroscope. https://thevoroscope.com/2017/02/24/the-futures-cone-use-and-history/
*La primera edición de este texto fue desarrollada con el apoyo de ChatGPT, una herramienta de inteligencia artificial de OpenAI, utilizada como asistente para organizar ideas, redactar ejemplos y complementar referencias. Todo el contenido fue revisado y editado por el autor para asegurar su claridad y coherencia.





