Por: Antonio Calderón Adel
Hace 20 años, cuando trabajaba en Radio Educación, solicité grabaciones de himnos escolares a la fonoteca de la emisora por instrucción de mi entonces jefa. Tras pedir el material, quedé asombrado de no recibir un disco compacto (CD), soporte más popular en aquellos tiempos. Obtuve, en su lugar, una cinta magnética de carrete abierto de ¼, grabada en los años sesenta por la Compañía Infantil Televicentro. Mi sorpresa fue aún mayor cuando me vi en la necesidad de colocar la cinta –temeroso de romperla– en una máquina reproductora. Con el paso del tiempo, el miedo se transformó en júbilo al descubrir materiales antiguos en aquellas cintas magnéticas; esas que cambiaron la forma de hacer radio luego de su introducción en los años cincuenta, y marcaron el inicio de una nueva era en la producción y programación radiofónica. Gracias a ellas fue posible grabar programas y transmitir comerciales y música de mejor calidad. Antes de su existencia, la radio dependía de transmisiones en vivo y discos de acetato.
Gran parte de las colecciones de emisoras emblemáticas de México, como la XEW o la XEB, se encuentran en cintas de carrete abierto. Son grabaciones indispensables para la preservación de la memoria cultural del siglo XX mexicano, un patrimonio sonoro que incluye radionovelas, música popular y programas de noticias.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Asociación Internacional de Archivos Sonoros y Audiovisuales (IASA) llamaron con urgencia a digitalizar las cintas magnéticas de audio de ¼ de pulgada antes de 2025, a garantizar condiciones óptimas a las cintas que aún no sea posible digitalizar y a mantener equipos analógicos de reproducción, imprescindibles en el proceso de digitalización.
En Radio UDEM asumimos este llamado y, gracias al apoyo de la Fonoteca Nacional, comenzamos a digitalizar nuestro acervo, que incluye grabaciones en cintas magnéticas de 1994 cuando, hace 30 años, nació nuestra estación. Consideramos que para construir el futuro de la radio tenemos que reencontrarnos y valorar nuestra historia.
Con el fin de apuntar hacia este horizonte y orientar el trazado de una ruta, entrevisté a la doctora Perla Olivia Rodríguez Reséndiz, investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (IIBI) de la Universidad Autónoma de México (UNAM) e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel II. Nuestra conversación destaca el valor del patrimonio audiovisual en la preservación de nuestra memoria y el reto que enfrentamos al catalogar y conservar contenido audiovisual, tanto el presente como el futuro.
¿En qué momento se tomó consciencia de la importancia de preservar documentos audiovisuales?
Fue en 1980 cuando la UNESCO recomendó salvaguardar el patrimonio sonoro y audiovisual. Llamaron a prestar atención a las grabaciones de radio y televisión que son resultado de la investigación científica, así como las producciones discográficas. Antes de que el siglo pasado concluyera, dichas grabaciones fueron reconocidas como documentos fundamentales para entender a la sociedad, al igual que los libros. Sin embargo, la voluntad de crear fonotecas y bibliotecas comenzó antes. La fonoteca más antigua es la Fonogramar de Austria, creada a finales del siglo XIX con el propósito de conservar las grabaciones elaboradas por científicos, antropólogos y lingüistas, cuyos trabajos ya se apoyaban en la tecnología de grabación sonora. Aparte de estos materiales, se crearon las primeras colecciones; también la concepción de la fonoteca a partir del espacio y como institución para guardar las grabaciones sonoras.
A inicios del siglo pasado aparecieron los primeros esfuerzos por crear instituciones de alcance nacional, como el Instituto Nacional de Imagen y Sonido de Australia, el Instituto Nacional del Audiovisual de Francia, entre otras. Dichas instituciones son prueba de la seriedad que dieron algunos países a salvaguardar esta forma de patrimonio. Sin embargo, reitero que no fue hasta 1980, gracias a la UNESCO, cuando el eco finalmente se escuchó en América Latina. Pese a su importancia, la salvaguarda del patrimonio sonoro y audiovisual ha sido desigual. Mientras que Estados Unidos, Canadá, buena parte de los países europeos, Japón, Australia y otros más han realizado un trabajo sistemático en la salvaguarda del patrimonio sonoro y audiovisual, en América Latina –y concretamente en México– la práctica recién arrancó en el presente siglo.
El primer proyecto fue la fundación de la Fonoteca Nacional de México, que nació gracias a la ayuda de expertos de la IASA, de la Asociación Internacional de Archivos Sonoros y Audiovisuales. Ha sido un ejemplo en la región. Este esfuerzo lo secundó Colombia, con proyectos como Señal Memoria, que salvaguarda inspirado en materiales del archivo de radio y televisión; tiene una señal al aire y ha creado una serie de propuestas de reuso de materiales del archivo.
No omito el esmero de otros países de la región: Brasil, Argentina, Uruguay… Diría que América Latina, en el siglo XXI, dio inicio a la salvaguarda decididamente.
¿Cómo permeó la noción del patrimonio audiovisual en los medios?
A finales del siglo pasado, surgió un proyecto conocido como PRESTO, que impulsaba la radio y la televisión en Europa. Contó con la participación de grandes figuras, como Daniel Teruggi, Richard Wright y otros grandes investigadores. Se enfocó en explorar y estimar la cantidad de grabaciones sonoras –específicamente de radio– y audiovisuales de televisión. Luego, con base en los resultados, generaron estrategias para la digitalización de dicho contenido, entendiendo que la transición hacia lo digital había comenzado.
Fue un proyecto financiado por radiodifusoras y televisoras europeas, entre las cuales se encuentran la Radiotelevisione Italiana, la radio y televisión austríaca y el INA de Francia (Institut National del Audiovisual). Las estrategias que elaboraron permitieron el avance hacia la digitalización masiva, bajo un lema que poco después llegó a nuestro país: “La mayor cantidad de digitalización en el menor tiempo posible”. Hay una carrera contra el tiempo; necesitamos salvaguardar las grabaciones registradas en soportes analógicos, como cintas, sobre todo las magnetofónicas.
El proyecto en Europa –emblemático a mi parecer– sentó las bases para digitalizar contenidos que originalmente se grabaron para radio y televisión. También para la construcción de sistemas de gestión y almacenamiento masivo digital que en la actualidad contienen grandes volúmenes de información digital.
¿Puedes compartir tu experiencia en torno al rescate de algunos archivos analógicos que han sido importantes a nivel mundial?
Existen varios ejemplos, pero el fenómeno que expresa mejor el deterioro sistemático y la situación que viven los soportes analógicos –la historia, el conocimiento científico y la cultura–, y que está registrada a través de la radio y la televisión, es la degralescencia. Es un término científico, acuñado por colegas de Estados Unidos con el propósito de describir dos fenómenos convergentes. Por una parte, la obsolescencia de la tecnología: quienes trabajan en medios de comunicación experimentan cambios constantes y sistemáticos en ésta, lo que lleva a sus dispositivos a caer en desuso. Por otro lado, los soportes y artefactos donde las grabaciones sonoras y audiovisuales quedaron registradas se deterioran con el tiempo. Esto se debe a las condiciones de conservación: temperatura, humedad e incluso su acomodo. Se estima que, en buenas condiciones, las colecciones pueden vivir hasta 30 años. No obstante, estos dos fenómenos afectan gradualmente a las grabaciones que se registraron en soportes magnéticos.
Por ese motivo, la IASA lanzó el proyecto “Tape” a fin de alertar que 2025 es el año límite para digitalizar contenidos grabados en soportes analógicos. Esto se debe a la degradación: ya no hay equipos adecuados que favorezcan la digitalización. Se detuvo la producción de grabadoras de carrete abierto, además de que los soportes exhiben un alto porcentaje de deterioro.
De esta manera, quienes están al frente de la producción de contenidos audiovisuales tienen un compromiso con el pasado de digitalizar los materiales que forman parte de la historia de la sociedad; en el caso de la radio y de la televisión, tenemos grabaciones históricas con valor científico, cultural y social. No obstante, al mismo tiempo tienen un compromiso con el presente, que consiste en salvaguardar las miles de horas de documentos de origen digital que se están produciendo. Ambas tareas son igualmente importantes.
¿Qué hacer primero? Es preciso definir una estrategia que permita conocer el valor de nuestras colecciones y así establecer prioridades a salvaguardar. El propósito de las dos tareas es construir el futuro. He ahí el escenario que enfrentan ya no solo los archivistas, que han pasado de gestionar un espacio donde se almacenaban o entregaban los materiales para su conservación a encargarse de un espacio estratégico en las grandes corporaciones de radio y televisión, pues ahora hablamos de un concepto esencial: el archivo transversal. Es decir, el archivo ha dejado de ser la última cadena de la producción y atraviesa prácticamente todos los procesos de la producción en la radio y la televisión. Saberlo nos ayuda a entender que todas las producciones generadas día a día en la radio y en la televisión tienen valor patrimonial. Son insumos para la producción de nuevas creaciones pero, sobre todo, una parte esencial de la herencia de la sociedad.
En cuanto a experiencias, las hay importantes a nivel internacional. Las primeras experiencias de salvaguarda se tuvieron con los cilindros de cera, primer soporte donde se fijó la historia de la humanidad. Lamentablemente, en América Latina son contadas las colecciones que tienen cilindros. La mayoría de dichas grabaciones son de corte científico, y muchas están en bibliotecas de Estados Unidos y Europa. En nuestros países hay copias digitales. Esto es un aprendizaje para nuestros países acerca de la importancia de salvaguardar esta clase de patrimonio. Aunque ha tomado tiempo, no es imposible cambiar el camino, pero hay que aprender del pasado si se desea elaborar estrategias de preservación con vista al futuro. Las grabaciones que ahora mismo están por perderse deben ser atendidas, tanto las de soporte analógico no digitalizadas como las de origen digital que se producen a diario.
¿De qué manera sabemos que lo que podemos preservar ahora en 30 años o en 50, va a ser reproducible? ¿Existe realmente un estándar o alguna manera de que no suceda lo que sucede ahora con los soportes analógicos?
Llevar a cabo la digitalización y tratar de conservar los contenidos de origen digital significa que necesitamos poner en marcha estrategias de preservación digital. Hablamos de una tarea continua; se trata de una serie de procesos, técnicas y uso de tecnologías que deben mantenerse en el tiempo. Tú nunca puedes decir que algo está preservado para siempre en un entorno digital, pues significaría, de alguna manera, pensar que la tecnología no seguirá evolucionando. Pero aquí hay algunas condiciones muy importantes. Por una parte, es fundamental establecer procesos –ya documentados– para gestionar objetos digitales, que son un nuevo tipo de documento, y establecer políticas y lineamientos dentro de la emisora, ya sea de radio o televisión, que permeen todos los procesos de la producción e identifiquen que la salvaguarda de este tipo de herencia corresponde prácticamente a todos los actores que intervienen en la producción audiovisual. El hecho de que sea patrimonio significa estandarizar formatos de preservación; es decir, saber que esos objetos digitales deben estar grabados y preservados en ciertos formatos de preservación con metadatos interoperables, a partir de los cuales podrán recuperarse esos contenidos en el futuro.
¿Cómo gestionar tan enorme cantidad de información y cómo identificar los documentos que vale la pena preservar, en tanto que es imposible preservarlos todos?
En un contexto de cambio climático, cada vez adquiere más peso la idea de hacer una valoración y selección de los documentos. La identificación de documentos históricos imprescindibles para entender la historia contemporánea requiere criterios claros. Aquellos que son esenciales para la cultura de nuestros pueblos y el desarrollo científico, o que dan cuenta de la evolución del paisaje sonoro.
Necesitamos saber cómo y qué guardar con la mirada en el futuro, pero la idea de seleccionar aún se debate. Hay quienes proponen almacenar todo. La selección fue una de las primeras disertaciones que nacieron del seno de la Federación Internacional de Archivos de Televisión. Su entonces presidente, Emmanuel Hoog, pidió reflexionar si era posible guardar todo, ya que en los archivos llegaba todo tipo de contenido y no es posible desestimar ningún documento bajo criterios personales o grupales; desconocemos si, en el futuro, ese material tendrá un valor distinto. Sin embargo, el trabajo de salvaguarda digital implica revisar dónde y qué están guardando otras emisoras de radio, no solo la propia. Por esta razón, necesita de cooperación y trabajo colaborativo.
¿Cómo ha irrumpido –así como irrumpió la digitalización hace unos años– la inteligencia artificial en torno a los archivos audiovisuales?
La idea de incorporar los algoritmos inteligentes en la preservación digital lleva poco más de una década. De hecho, es muy importante señalar que aquí, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), organizamos hace poco más de siete años el primer Congreso sobre Inteligencia Artificial y Archivos Digitales con el fin de explorar el escenario que rodea la incorporación de esta herramienta tecnológica. Cuando se llevó a cabo, su propósito era identificar contenidos. Sabemos que uno de los grandes desafíos dentro de los archivos es la catalogación, ya que implica escucharlos durante un tiempo considerable, además de revisar imágenes y calificarlas, anotando los términos que luego permitirán su recuperación.
Ese primer momento ha dado un salto abismal. Y ha sido así porque, a decir de los expertos en el tema, las nuevas tecnologías y los procesamientos de información son más rápidos. Esto significa que no solo se pueden utilizar algoritmos para identificar, sino para transcribir programas íntegros, verificar información, revisar los términos de recuperación e, incluso, generar nuevos contenidos. Vivimos tiempos en que la aplicación de la inteligencia artificial se ha vuelto fundamental. Con una perspectiva de responsabilidad social, tenemos un compromiso con el pasado y con la preservación de lo actual a partir de la incorporación de nuevas tecnologías.