Por: José Fredman Mendoza Ibarra
Cuando el 11 de mayo de 2012 el entonces candidato a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto, realizó su visita a la Universidad Iberoamericana en el marco del foro “Buen Ciudadano”, se encontró con dos realidades: con el descontento sobre la forma de hacer política del PRI y de los neopriistas (lo cual provocó el surgimiento del movimiento social #YoSoy132), y con una serie de demandas por justicia y por mayor democracia en México, sobre todo por lo sucedido en 2006 en San Salvador Atenco.
Peña Nieto, entonces gobernador del Estado de México, inició un operativo policial para frenar las protestas de ejidatarios que se oponían al proyecto del nuevo aeropuerto de la capital. Cabe señalar que el proyecto fue iniciado en 2001 por el primer presidente panista, Vicente Fox, provocando con ello diversas manifestaciones de los ejidatarios de las poblaciones de Tocuila, Nexquipayac, Santa Cruz de Abajo, San Felipe y San Salvador Atenco, y alcanzando proyección a nivel nacional debido a la conformación del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. ¿Cuál fue el resultado de lo acontecido en 2006? Represión de manifestaciones y violación de derechos humanos[1].
Las demandas por mayor democracia se esgrimieron debido a la constante influencia de las dos grandes televisoras, Televisa y Tv Azteca, en el manejo y promoción de las encuestas de intención de voto. Debido a la decisión de estas televisoras de no transmitir los debates presidenciales para darle paso a un partido de fútbol (Tv Azteca) y a un programa de entretenimiento (Televisa). Las consecuencias de esto fue la ausencia de un debate en torno al rumbo que tomaría el país, la indiferencia de la ciudadanía hacia los problemas políticos, sociales y económicos, y el hecho de que la opinión pública se concentró más en la imagen de la persona que moderó el debate que en su contenido[2].
Lo anterior resultó ser emulación de lo que la literatura ha denominado “posdemocracia”, ya que esta presupone que el malestar con la democracia se debe a un exceso de participación[3]. Las televisoras mexicanas tienen una concesión pública otorgada por el Estado en la que su responsabilidad, en principio, está relacionada con el mejoramiento de la sociedad a partir de la provisión de información a la ciudadanía. Sin embargo, en momentos de suma importancia, como lo fue la sucesión presidencial, supieron distraer la opinión pública. Al final de cuentas los debates públicos son espacios informativos y formativos donde la ciudadanía puede adquirir competencias y responsabilidades para tomar decisiones de manera real y consciente[4].
A 11 años de lo sucedido en 2012, resulta conveniente realizar un balance de los obstáculos y los retos que implica la movilización social en México. Así como lo importante que son para nuestro país los esfuerzos por democratizar el sistema político mexicano.
En ese sentido, el presente texto tiene como objetivo analizar la manera en que los movimientos sociales inciden en la democratización en México. Para ello, estableceré algunas pautas teóricas en torno a los movimientos sociales, la democracia y el proceso de democratización, al tiempo que tomo como punto de referencia los casos del movimiento estudiantil de 1968.
Con esto en mente, la finalidad del texto es dar a conocer a la comunidad universitaria la importancia de nuestro papel en la sociedad como actores imprescindibles en el sistema político mexicano, y como responsables del destino de nuestra sociedad.
Movimientos sociales y democratización
Existe múltiple literatura que aborda el porqué, cómo, cuándo, quiénes y para qué la gente expresa su descontento a través de algún tipo de repertorio de acción colectiva[5], así como las respuestas que han tenido los movimientos por parte del Estado[6]. Sin embargo, ¿cómo es que la movilización y la respuesta de las instituciones del Estado influyen en la forma en que estamos entendiendo la democracia y la política en general?
El punto de partida es el esclarecimiento conceptual. ¿Qué es un movimiento social? De acuerdo con Tarrow, para comprender su alcance primero debemos identificar el tipo de acción colectiva que realizan los individuos. Esto quiere decir que: la acción colectiva “se pone de manifiesto cuando los ciudadanos corrientes –con frecuencia en alianza con ciudadanos más influyentes y con cambios en el ambiente general– unen sus fuerzas para enfrentarse a las élites, a las autoridades y a sus antagonistas sociales”; por lo tanto, el movimiento social será aquel fenómeno en el que la acción colectiva “aprovecha las redes sociales y las estructuras de conexión para crear marcos de acción colectiva e identidades de apoyo capaces de mantener la confrontación con oponentes poderosos”[7].
¿Cómo es que la movilización y la respuesta de las instituciones del Estado influyen en la forma en que estamos entendiendo la democracia y la política en general?
En ese sentido, los estudios de los movimientos sociales se han centrado, principalmente, en cuatro[8]: los que analizan las Estructuras de Oportunidades Políticas (EOP), donde el énfasis está en el contexto en que se desenvuelve y adquiere relevancia el movimiento a partir de las estructuras políticas que permiten alianzas y coaliciones, así como el grado de apertura del sistema político y las respuestas por parte de las instituciones del estado[9]; los que abordan los repertorios de protesta que disponen los actores involucrados en el movimiento y que son generalmente de tres tipos: la alteración del orden, la violencia y el comportamiento rutinario que a su vez tienen como características fundamentales el desafío, la incertidumbre y la solidaridad[7]; aquellos que estudian los marcos cognitivos, relacionados con los significados y las identidades que se construyen y reconstruyen para comprender el porqué de la lucha y hacia dónde va. Es decir, aquellos elementos que generan solidaridad y mantenimiento de la lucha[10]; y los estudios en torno a las redes y la organización de los movimientos que, combinado con emociones, identidades y agravios, reconocen, aprovechan y transforman las oportunidades políticas en un camino posible para el movimiento[7].
Ahora bien, ¿qué entendemos por democratización? Tomo distancia del concepto minimalista de la democracia schumpeteriana, donde los requisitos en materia electoral son los que determinan si se vive, o no, en democracia; y reafirmo, siguiendo a Guillermo O`Donnell, que la democratización supone procesos donde “las normas y procedimientos de la ciudadanía son, o bien aplicados a instituciones políticas antes regidas por otros principios (por ej., el control coactivo, la tradición social [...], o bien ampliadas de modo de incluir a individuos que antes no gozaban de tales derechos y obligaciones (por ej., [mujeres, los jóvenes, minorías étnicas[...]) o para abarcar problemas e instituciones que antes no estaban sujetas a la participación ciudadana (por ej., organismos del Estado, organizaciones partidarias, asociaciones de intereses, empresas productivas, entidades educativas, et.)”[11]. Es decir, la democratización es aquel proceso donde el involucramiento de la sociedad se da cada vez más, y en mayor medida, en las instituciones y en los momentos clave donde se toman las decisiones.
La democratización es aquel proceso donde el involucramiento de la sociedad se da cada vez más, y en mayor medida, en las instituciones y en los momentos clave donde se toman las decisiones.
Además, la democratización de un régimen y sistema político se da cuando ya se cumplieron los mínimos requeridos para el acceso al poder (elecciones libres, limpias, imparciales, competitivas, entre otros) y se ponen los puntos sobre las íes al momento de analizar cómo es que se amplía el ejercicio de derechos y se ejerce el poder. Distinción ya previamente analizada por Sebastian Mazzuca[12]. En ese sentido, ¿qué papel tienen los movimientos sociales mexicanos en el proceso democratizador de nuestro régimen y sistema político?
Democratización en retrospectiva
Existen dos maneras, que no son excluyentes entre sí, para entender cómo es que México llegó a la democracia. La primera de ellas, y quizá la más analizada, es que en el país inicia la transición hacia la democracia en 1977 con la reforma electoral en el sexenio de José López Portillo y termina con la pérdida de mayoría en el Congreso por parte del PRI en 1997[13]. Y claro, las elecciones intermedias de 1997 fueron la antesala para la alternancia en 2000, cuando el PAN ganó por vez primera vez la presidencia. Mientras que la segunda forma de entender la democracia es mirar hacia atrás y dar cuenta del fenómeno político y social que sucedió en 1968 pero que era el reflejo de las protestas de ferrocarrileros en 1958 y de médicos en 1966.
El movimiento estudiantil de 1968 fue el resultado de acciones gubernamentales autoritarias que alcanzaban los centros universitarios y promovía la censura y la autocensura en estudiantes, profesores y en la universidad misma. Sin embargo, esto también podría entenderse como el momento donde las juventudes mexicanas comenzaban a exigir mayor democracia, mayores libertades y mayores derechos5. Incluso, no se puede entender aquella reforma de 1977 sin las consecuencias de la represión estudiantil en 1968, pues, como afirma Basave, el mensaje de represión por parte del gobierno en 1968 fue la invitación a la lucha y a la organización clandestina que derivó en el surgimiento de guerrillas urbanas. Principalmente en Monterrey y Guadalajara. Es decir, la reforma electoral de 1977 fue la respuesta a los fenómenos políticos y sociales que aparecieron después de la represión estudiantil de 1968 y claro, a la falta de credibilidad de las elecciones de 1976 donde el ganador, José López Portillo, era el único candidato.
El movimiento #YoSoy132 tiene un origen similar. Iniciado en la Universidad Iberoamericana, este movimiento fue el resultado de las represiones en 2006 en Atenco y la poca voluntad de los medios de comunicación para dar cobertura al proceso presidencial de 2012 que estaba en puerta. Después de la alternancia en 2000 con Vicente Fox y del sexenio de Felipe Calderón a quien se le señaló por presunto fraude electoral en 2006 y por el aumento de la violencia debido a la “guerra” contra el narcotráfico, las demandas por mayor democracia eran inevitables en las juventudes mexicanas, principalmente las universitarias. A pesar del visible crecimiento del candidato priista y de la influencia de los medios de comunicación masivos en las elecciones, quizá la demanda por mayor democracia y el incremento del uso de las redes sociales como Facebook, así como la influencia del movimiento de los indignados y del 15M español, fueron una serie de variables que impactaron en el movimiento #YoSoy132.
Sostengo que la democracia llegó a México después de que las demandas del movimiento de 1968, y la respuesta represiva del gobierno en turno, provocaron que fuera el propio sistema político, representado en sus gobernantes y legisladores, quien dieran cuenta que el autoritarismo sería, tarde o temprano, insostenible en nuestro país. Sin embargo, las medidas tomadas fueron solo en términos formales y no significó, realmente, el mejoramiento de la representación y participación política en México. Mientras que el movimiento #YoSoy132 demostró que la democratización en México aún estaba lejos, pues tanto los partidos, como los políticos y gobernantes en turno, cada vez se alejaban más de las demandas de la sociedad mexicana.
Solamente los movimientos sociales tienen la capacidad de incentivar y promover, eficiente y realmente, las capacidades participativas y deliberativas de la ciudadanía.
¿Cuál es el balance que se puede hacer del vínculo de los movimientos sociales con la democracia en México? Primero, que sin aquellos no se puede entender la democracia mexicana. Segundo, pareciese que solamente los movimientos sociales tienen la capacidad de incentivar y promover, eficiente y realmente, las capacidades participativas y deliberativas de la ciudadanía para “estimular el desarrollo de identidades colectivas inclusivas”[4]. Tercero, la participación política de la ciudadanía en México, sobre todo aquella que promueven los movimientos sociales, resulta siempre complementaria a la democracia representativa dominante en nuestro país. Y cuarto, los riesgos que corren los movimientos sociales en México se erigen entre la cooptación de sus liderazgos o lo transitorio de sus repertorios de protesta, aunque los aprendizajes han sido pilares de un cambio trascendental en la vida política de nuestro país.
José Fredman Mendoza Ibarra
Doctor en Ciencia Política por la UANL; profesor investigador en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UDEM y secretario técnico en el Instituto de Estudios Políticos de la UDEM; miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1 y columnista invitado en El Norte.
REFERENCIAS Y NOTAS
1 De acuerdo con la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo acontecido en Atenco tuvo la característica de que “el uso de la fuerza por parte de las autoridades policiales al momento de detenerlas no fue legítimo ni necesario, pero además fue excesivo e inaceptable por la naturaleza sexual y discriminatoria de las agresiones sufridas”.
2 Estrada, M. (2014). Sistema de protesta: política, medios y el #YoSoy132. Sociológica, 29(82), 83-123.
3 Crouch, C. (2004). La posdemocracia. Taurus.
4 Della, D. (2023). Cómo los movimientos sociales pueden salvar la democracia. Prometeo.
5 Tarrow, S. (2012). El poder en movimientos. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Alianza Editorial.
6 Wright, C., & Mendoza, F. (2017). Cuando dos paradigmas de desarrollo se chocan. Estados de emergencia y protesta indígena en Cajamarca, Perú. En F. Betancourt (Coord.) Reflexiones sobre el Estado de Derecho, la seguridad pública y el desarrollo de México y América Latina, (7-32). IIJ-UNAM.
7 Tarrow, S. (2012). El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Alianza Editorial.
8 Martí, S. (2008). Las razones de presencia y éxito de los partidos étnicos en América Latina. Los casos de Bolivia, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua y Perú (1990-2005). Revista Mexicana de Sociología 70(4), 675-724.
9 Velázquez, R., Somuano, F., & Ortega, R. (2018). David contra Goliat: ¿Cómo los movimientos ambientalistas se enfrentan a las grandes corporaciones?. América Latina Hoy, 79, 41-58.
10 Benford, R., & Snow, D. (2000). Framing processes and social movement: An overview and assessment. Annual Review of Sociology, 26, 611-639
11 O’Donnell, G. (2010). Democracia, agencia y estado. Teoría con intención comparativa. Prometeo.
12 Mazzuca, S. (2010). Access to Power Versus Exercise of Power Reconceptualizing the Quality of Democracy in Latin America. Studies in Comparative International Development, 45(3), 334-357.
13 Woldenberg, J. (2012). Historia mínima de la transición democrática en México. El Colegio de México.