Por: Jacobo Molina
La incertidumbre es probablemente el sentimiento que más causa terror en los seres humanos. Un futuro incierto vuelve más difícil imaginar planes y, al mismo tiempo, nos recuerda nuestra vulnerabilidad como especie. Quizá ese es el motivo por el cual la pandemia del coronavirus inevitablemente generó pánico en todos los rincones a los que llegó.
Poco a poco nos hemos acostumbrado a las nuevas condiciones de interacción impuestas por la pandemia, pues entendemos que sólo nos queda asumir, al menos por un rato, la nueva realidad. Aún así lidiamos con la incertidumbre, con el aislamiento, con el miedo, con los cuidados y llega un momento en que no distinguimos un día del otro, un mes, una estación. Y permanecen las preguntas: ¿qué depara el futuro? ¿Cómo seremos cuando todo esto termine?
Para contestar estas pregunta -y las que devienen de ellas- he recurrido a tres especialistas: Luis Muñoz Oliveira, doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y especialista en Filosofía de la Cultura y Filosofía Política, además de novelista; Teresa Rodríguez de la Vega Cuéllar, socióloga con un doctorado en Filosofía de la Ciencia, ambos títulos otorgados por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde es catedrática; y Daniel Sicerone, quien es becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), adscrito al Instituto de Filosofía Dr. Alejandro Korn de la Universidad de Buenos Aires (UBA), e imparte seminarios sobre escenarios filosóficos acerca de la pandemia.
Jacobo: ¿Qué consecuencias sociales puede traer el distanciamiento social durante estos meses?
Luis Muñoz Oliveira: La falta de contacto entre personas siempre trae pérdida de empatía. Ya se empezaron a hacer unas pruebas de cómo por culpa de los cubrebocas no vemos la sonrisa de los demás y eso nos distancia un poco de ellos, se vuelve más complicada la comunicación. Aunque parecería que sólo usamos las palabras, en realidad también usamos mucho nuestros gestos. A esto hay que agregar que la gente que permanece aislada puede tener una serie de problemas como depresión, que es algo muy automático. Van a empezar a detonarse una serie de consecuencias: los trastornos mentales van a incrementar.
Teresa Rodríguez de la Vega: Creo que el distanciamiento de la sociedad mexicana ha estado estrechamente ligado a la estratificación. Nos hemos confinado los sectores más privilegiados. Los que vieron su economía más golpeada no lo hicieron porque su área productiva no paró: toda la industria de recolección de basura, los sectores públicos indispensables, el trabajo doméstico asalariado y gente que tuvo que moverse a otro sector de la economía informal para mantenerse. Y en las capas poblacionales que se pueden aislar pareciera asumirse como una suerte de castigo. Hay una idea de que tenemos que estar en casa como una especie de gesto heroico.
Daniel Sicerone: Claramente tiene un impacto sobre la subjetividad porque no estamos acostumbrados a ningún tipo de aislamiento, uno no puede tener contacto ni con familiares cercanos. Ante ello se ha creado una especie de narrativa que puede ser analizada, desde la biopolítica, como un discurso centrado en el cuerpo del otro como un bioterrorista y creo que eso ya está teniendo consecuencias directas sobre el orden de la subjetividad. Si uno ve las estadísticas de los diferentes organismos de salud, por ejemplo acá en Argentina, han aumentado las llamadas al servicio de asistencia por suicidios, ha crecido el número de personas que están asistiendo a psiquiatras, a psicólogos y ha aumentado la cantidad de medicamentos ansiolíticos. Resulta bastante disruptivo en el orden de la vida cotidiana.
J: ¿Qué debilidades o fallas estructurales ha venido a evidenciar esta crisis sanitaria en varios países?
TRDV: Pareciera que el coronavirus tiene la peculiaridad de atacar sistemas inmunocomprometidos. Ya sea por un factor de edad avanzada, de hipertensión, obesidad, o diabetes, el virus ataca. Donde no hay un sistema vulnerable por un padecimiento preexistente, es relativamente inocuo. Hago la comparación con nuestras estructuras sociales. El virus atacó con fuerza allí en donde los sistemas de seguridad social habían estado con un mal preexistente, con una comorbilidad que sería el neoliberalismo. Si lo vemos por el lado de la salud, la pandemia tuvo la capacidad de demostrar que no es el virus por sí mismo, sino el abandono estatal de la seguridad social elemental.
LMO: Creo que Estados Unidos es un ejemplo magnífico de cómo el estado social funciona, es decir, ahí no tienen uno y hasta la salud es privada. Las consecuencias se reflejan inmediatamente en los números de contagiados y de muertos. Uno de los efectos más importantes que trajo esta pandemia es que los modelos de un estado más amplio ganaron la batalla. Así que considero necesario reforzar la atención sanitaria y, le sumaría algo más, un modelo de renta básica con algún dinero mínimo que reciban las personas por si acaso.
J: ¿Cómo afecta la pandemia a la globalización? ¿Qué tanto se puede exacerbar el nacionalismo antimigrante?
DS: La globalización es un fenómeno indetenible. En ese sentido, los partidos nacionalistas, el movimiento nacional en Francia, el gobierno de Hungría, en Italia la Liga del Norte, en Brasil Bolsonaro, Trump en los Estados Unidos... terminan funcionando como gobiernos que discuten la globalización, discuten una mejoría a la hora de la distribución de las riquezas a nivel internacional, pero no se dan cuenta de que es un fenómeno indetenible y, por lo tanto, son pasajeros. Se discute como si todavía tuviéramos la posibilidad de detenerlo.
LMO: Ya lo vimos en Estados Unidos. Las enfermedades siempre pueden utilizarse para afectar al otro. Se dice en Estados Unidos que los mexicanos migran y van con alguna enfermedad. Seguramente pasa lo mismo en el sur de la frontera, habrá mexicanos que no querrán que los guatemaltecos pasen enfermos y así respectivamente. Ya se han exaltado sentimientos nacionalistas.
TRDV: No lo creo porque el capitalismo mata a todo lo demás. Es un virus que se esparció por la movilidad de ciertas capas poblacionales. Nos llegó del primer mundo; si hubiera sido un virus que se transfiriera de la periferia hacia el centro, me parece que hubiera impactado inmediatamente en el nacionalismo y en un cierre fuerte de fronteras. Sólo en el caso de Estados Unidos la epidemia cuadró con un sentimiento antimigratorio y en un cierre, pero en términos generales no sucedió que se generara un nacionalismo como correlato del virus porque este no se acopló estructuralmente con nuestros sistemas racistas que están detrás de los fenómenos nacionalistas.
J: ¿Qué tanto el manejo de la pandemia y su narrativa puede generar nuevos mecanismos de control social que fomenten un tipo de autoritarismo?
DS: En la praxis lo que lo que pudimos ver acá en Argentina, es que los cuerpos policiales y los aparatos represivos del Estado han crecido en sus niveles de ineficacia. Hay otros casos de denuncias, es decir, la policía tuvo los primeros meses de la pandemia una especie de carta blanca para su accionar represivo porque claramente las fuerzas del Estado tienen una función, que es mantener el orden social imperante. Más allá de que lo cumplieran en ese momento, su objetivo central por naturaleza es la represión social. Si se realiza un análisis desde el terreno de la biopolítica, puede observarse una especie de policía-ciudadano que investiga con quiénes tienen lazos las personas a su alrededor, si trabajan, dónde trabajan, cuáles son sus movimientos. No se tiene el mismo grado de confianza. Las relaciones terminan por verse afectadas por la sospecha de que el otro sea una especie de bioterrorista que pueda dañar nuestra fragilidad corporal.
TRDV: La consecuencia autoritaria tiene dos niveles: lo que pasó en el caso dramático del chico en Guadalajara que fue asesinado extrajudicialmente es un ejemplo de lo que sucede cuando le das a la policía, la cual tiene una estructura con décadas de abuso policíaco y naturalizado como práctica cotidiana, carta blanca para aprehender gente que no trae el cubrebocas. Por otro lado, se encuentra el autoritarismo interciudadano del vecino que reporta al otro y el que grita:’¿tú qué haces en la calle?’. En España se dieron muchísimos ejemplos de esto: la extramilitarización de las medidas de confinamiento incentivó a que la gente castigara a sus pares que estaban en la calle, me parece que eso ha atenuado las consecuencias del autoritarismo policíaco e interciudadano que tendremos después de la pandemia.
LMO: Cada vez que la población tiene miedo es más fácil que permita que los gobiernos se vuelvan más autoritarios, depende de la sociedad y las instituciones. El miedo siempre es un buen caldo de cultivo para los autoritarios y por eso es una estrategia política. El totalitarismo trata de conservarlo en la mayor de las posibilidades pero frente a eso hay que actuar, hay que tener la información para evitar que cunda el pánico.
J: Sin duda uno de los campos más afectados es el de la economía. Estudios indican que una consecuencia de la pandemia va a ser el crecimiento de la brecha de desigualdad social: ¿cómo podría afectar esta problemática el escenario político?
LMO: Desgraciadamente hay una tendencia al aumento de la desigualdad económica. Es mucho más fácil perder el empleo si eres un asalariado que si eres dueño de una compañía. El desempleo trajo una falta de ingresos que amplía la brecha. Y claro que a quienes pudimos comprar mientras estuvimos encerrados fue a los grandes corporativos. Con o sin pandemia se iba a exacerbar la desigualdad, esto fue un acelerador y no va a detenerse hasta que no metamos medidas que distribuyan la riqueza y reduzcan la desigualdad. Sin embargo, es muy difícil predecir qué va a pasar en la política porque no sólo está el escenario económico y las funciones públicas. A mí me parece que esta exacerbación de la desigualdad, en el caso mexicano, va a fortalecer al partido en el poder, a menos que ocurra un escándalo político. Si eso no sucede, me parece que en las elecciones Morena ganará por un amplio margen.
TRDV: Si nos vamos solamente al nivel económico, me parece que la pandemia no sólo ha exacerbado los quiebres de nuestra jerarquía, que se han vuelto más dramáticos. Las consecuencias políticas de todo eso tendrán mucho que ver con la estructura de cada sociedad, porque uno pensaría que en Estados Unidos o Brasil la consecuencia sería que la gente más afectada, que son los sectores más precarizados, topen con pared en el apoyo que otrora le brindaron a las opciones de derecha que gobiernan sus países: el caso de Jair Bolsonaro y Donald Trump. Pero creo que todavía es muy rápido para saberlo. En México creo que las brechas de desigualdad abonan, simbólicamente, el apoyo a la opción que está en el gobierno. Pero hay que esperar porque este gobierno todavía tiene un discurso muy plebeyo y al mismo tiempo muchos guiños a la alta burguesía: los megaproyectos, las alianzas con ciertos sectores del empresariado y con las grandes televisoras.
DS: Claramente una recesión económica en Estados Unidos implica una crisis política en todo el mundo por ser uno de los países hegemónicos. Hay elecciones dentro de pocos meses en Estados Unidos y claramente la situación económica es uno de los factores que incide en la decisión de cualquier votante, que piensa muchas veces con el bolsillo, salvo que haya una coacción bastante expresa por parte del estado a la hora de votar en relación con ciertas libertades. El peso de la economía es un factor importante a la hora de la decisión de los votantes. En el caso de Argentina, por ejemplo, que tiene una relación comercial estrecha con China, la pandemia ha significado un quiebre para planes y proyectos de cualquier gobierno a la hora de formar su presupuesto, y obviamente va a traer sus repercusiones políticas. Y cuando hablo de gobiernos no solamente lo digo en el sentido contingente, sino a su vez para pensar cuál va a ser ese modelo de democracia que veníamos pensando, ese que veíamos como un modelo que no nos resuelve todos los problemas, pero que era un elemento necesario para la convivencia de los ciudadanos.
J: Existe una batalla por ver quién consigue sacar primero la vacuna. ¿Qué significaría, en términos políticos y económicos, conseguirla primero?
TRDV: En un mundo como en el que vivimos, en el que los intereses privados están atravesados por intereses geopolíticos no sólo de los estados, sino de las farmacéuticas, la ventaja que otorga política, mercadotécnica y económicamente sacar la vacuna primero es impresionante. Quizá es muy pronto para saberlo, pero de antemano podemos precisar que a los intereses estrictamente estatales y de las naciones potencias comprometidas en la producción de la vacuna hay que sumarle los de las grandes farmacéuticas.
LMO: Rusia afirma estar cerca de sacar una vacuna. La ventaja que esto proporcione dependerá también de qué tanto se tarde la segunda, es decir, si tú descubres la primera vacuna y la segunda no llega hasta dentro de tres años vas a ser multimillonario. Si dos semanas después sale la de los ingleses, tu margen de oportunidad se reduce, por lo menos en términos económicos. El triunfo va a ser importante por lo menos para el interior de Rusia, va a poder seguir vendiendo esta idea de que está ganando frente y va a volver a ser una gran potencia. Es pura guerra de propaganda.
DS: Claramente es una guerra mediática porque, por ejemplo, la vacuna de Oxford estaba en el mismo nivel que la vacuna que propone el estado ruso, pero Rusia ganó la batalla mediática en algún punto. Ahora el problema es que en el mundo y la geopolítica internacional uno solamente ve las apariencias, detrás de estas luchas por conseguir la vacuna hay una serie de procesos que no estamos viendo, que son las luchas intercomerciales que hay por ejemplo de los Estados Unidos y China y cómo eso afectará la pelea de aranceles a la distribución de una vacuna tomando en cuenta que somos más de siete mil millones de personas. Ya las empresas como Pfizer dijeron que la iban a conseguir y no la van a regalar, van a tener una ganancia, claramente eso va a aumentar las ganancias de estas empresas… y ya de por sí en el capitalismo contemporáneo uno de los elementos que moviliza los grandes capitales es la industria farmacéutica.
J: Ya hemos hablado sobre lo que la pandemia ha revelado en cuanto a las desigualdades estructurales, qué rumbo tomar a partir de aquí desde la sociedad civil, ¿cuál sería el primer paso para iniciar una reinvención?
TRDV: Vamos a tener que desaprender lo que a fuerza aprendimos en términos de distanciamiento social. El primer desafío es poder volver a abrazarnos, volver a hacer comunidad físicamente, volver a confiar, porque la idea de que uno puede ser contagiado es sociológicamente muy fuerte. Necesitamos ser solidarios en una situación en la que el miedo nos invita a no serlo. Creo que ese es el primer desafío, y es uno más difícil de resolver en capas poblacionales privilegiadas porque es más fácil no ser solidario cuando no se necesita de la solidaridad.
LMO: Creo que la sociedad civil debe trabajar en pro de reducir la desigualdad, eso tiene muchos campos y sin duda alguna es institucional. Políticamente debemos hacer una reforma fiscal para que los impuestos se cobren de otra manera y se distribuya mejor la riqueza. Tenemos que elegir políticos dispuestos a hacer ese tipo de reformas de progreso. Por otro lado, tenemos que hacer un consumo mucho más consciente, considerar a quiénes beneficiamos con nuestras compras. Necesitamos hacer comunidad, colaborar, porque si no lo hacemos lo único que provocaremos es la degradación de nuestro entorno social, económico y político.
DS: Son dos campos de acción totalmente separados. Creo que en un primer campo de acción va a ser el restablecimiento de los procesos cotidianos que uno desarrollaba antes de la pandemia, eso si no se logra la inmunidad de rebaño o la infusión de la vacuna. Hay un proceso que se puede desplegar hacia una recomposición del tejido social que claramente se está viendo en algún punto porque más allá de que hay ciertos controles, la gente intenta volver a desarrollar su vida cotidiana. También hay otros procesos, que son los disruptivos, los que no pueden diagnosticarse del todo. Ningún país puede decir hoy que tiene una balanza comercial favorable; los estados tenían que gastar fortunas en intentar reactivar la economía y no lo han logrado, sino que han mantenido a un grupo comercial que le permite el intercambio necesario para la reproducción del sistema, y todo eso va a traer mayores desigualdades.