Diálogo entre Javier Valdez y Nashieli Ramírez Hernández
Javier Valdez Cárdenas
Corresponsal del periódico nacional La Jornada; reportero y fundador del semanario Ríodoce; finalista del premio Rodolfo Walsh en la Semana Negra de Gijón, España.
México no es lugar para infantes. No son buenos tiempos para su niñez. Todo lo contrario. Y Nashieli Ramírez Hernández lo sabe y le duele: “Hay en el país —asegura—, una infancia perdida, atrapada entre las balas del narco, las desapariciones, la orfandad y la pobreza.” Ella fundó y coordina la organización Ririki Intervenciones Sociales, que estudia la infancia mexicana como fenómeno social, apoya a los niños afectados y propone políticas públicas para enfrentar estos problemas.
Nashieli tiene 55 años y es originaria del Distrito Federal. Ha recorrido buena parte del país, incluidos Sinaloa, Chihuahua y otras regiones violentas, lacerando su existencia pero fortaleciendo su idea de que los niños en este país merecen otro futuro, no éste que se ha convertido en un hospital siquiátrico, en una extensa área de terapia intensiva, sin amaneceres, en un inmedible panteón de mañanas.
Es infantóloga, aunque la palabra no existe. Así la llaman y por esa pasión por la infancia se le conoce en el país. Los estudiosos del tema la citan, los periodistas la buscan, los niños la aman y el gobierno le teme por su capacidad crítica. Es de baja estatura pero brava, llena de coraje y valentía. Detrás de esas antiparras de aumento, hay una mujer entera, insumisa y peleonera.
—¿Seguimos en el país con una infancia perdida?
— Pues sí. Creo que seguimos en un país con infancia de desarrollos desiguales. Pocos la pasan muy bien y la gran mayoría de niños, no. El primer dato que nos refleja esta gran deuda, y que los niños más la sufren, es pobreza: según los últimos datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), 43 por ciento de la población adulta vive en la Pobreza; si ese mismo indicador lo ves con menores de 18 años, asciende a 52 por ciento.
Esto refleja no sólo la cantidad inmensa de pobres que hay en el país, sino que la pobreza afecta más a los niños. Por eso todas las políticas públicas deberían atender a esos niños. Pero no es así.
Has trabajado también la violencia y el narcotráfico, su impacto en niños.
Bueno, he trabajado la violencia en niños y adolescentes que ocurre en
todos los espacios. En cuanto a la violencia ligada al narcotráfico y las políticas para acabar con el narcotráfico, estas afectan de manera muy especial a los niños. He trabajado en entidades donde se da más esta situación, donde es más evidente y generalizada; aunque el narcotráfico no perdona a ningún estado del país, está en todos lados. Pero la intensidad y la lucha por los territorios está focalizada en algunos sitios, y por esta situación hay fenómenos muy preocupantes que consisten en la presencia de menores de edad en estas actividades, por eso buscamos un acercamiento con las autoridades que no respeta protocolos: pedimos que en cualquier escena o reacción no haya menores de edad, y si los hay, que tengan protección.
“Pero todos hemos visto en los medios, en la prensa, niños que pasan por una escuela y de repente tienen que ponerse pecho tierra, que van cruzando la calle en medio de un hecho violento. Estuvieron en un mal momento, en un lugar equivocado, y son afectados en su integridad física. Otra parte son los levantamientos (privación ilegal de la libertad) de muchos, sobre todo de adolecentes que están siendo cooptados, ya sea por la buena o por la mala, por el narcotráfico. Cuando digo ‘por la buena’ es que tenemos un problema de lo que estamos ofreciendo como futuro a muchísimos de los adolecentes. Los procesos de marginalidad, el fenómeno de pérdida de la educación como motor de movilidad social, hacen que los adolescentes tengan una visión de futuro y de proyecto de vida muy a corto plazo.
“Por un lado tenemos una oferta de educación consumista que nos gana en todos los espacios, en términos de lo que te puede hacer feliz: niños formados por el
consumismo, y bueno, es entendible aunque no justificable, que digan que prefieren arriesgarse un año la vida, vivirla a fondo, pero tener lo que sus padres no pueden
darles... y se la jueguen por unos tenis Nike o una camisa o un pantalón de marca”.
Es como si estuviéramos en un país sin futuro, por las condiciones en que
se desenvuelven los niños: por un lado la cooptación del narco y su violencia, y por el otro la pobreza que no ofrece condiciones de vida digna: o los mata el narco o los mutila la vida que les ofrece este país, sin opciones ni oportunidades.
Si, así lo considero. Tenemos una deuda enorme en términos de garantías,
de derechos para estos niños y niñas y adolecentes; además, cuando hablamos de los derechos de la infancia nos referimos a una gran responsabilidad de los adultos: hacer efectivos esos derechos, pero ahí los adultos fallamos.
“Por otra parte coincido en que en este país no le apostamos al futuro, pues a
muchísimos niños en México, lo que está marcando su futuro es reproducir las mismas desigualdades de sus padres. No hay una apuesta rompa con ese ciclo, desde la lógica de la violencia, pero también desde la lógica del contexto educativo. Mantenemos roto el sentido de la movilidad social, de la educación, pero también roto el sentido del imperativo ético de la educación.
“Lo que te puede dar satisfacción en términos ser humano, de aprender sobre el mundo, te lo niega sistema educativo que no está cumpliendo con esa labor. Entonces gana la calle, el internet, la televisión. Hay una crisis de adultos educadores, así lo planteo siempre. Pero parece que nadie se hace responsable, no hay políticas del gobierno que atiendan esto y parece ahondarse la crisis que afecta a los niños.
“Además, tenemos que agregar la violencia escolar. Y aunque siempre ha existido se ha descontextualizado, como si no fuera un reflejo lo que pasa en otros ambientes en los que el niño crece y se desarrolla. Y también suele apreciarse como si fuera la violencia más preocupante, lo cual tampoco es cierto.
“Yo insisto en que lo que pasa en la escuela, generado en la escuela, tiene que ver con la pérdida de la visión socializadora de la escuela, creada para un acuerdo social. Pero eso se ha perdido.
“Lo que tenemos en su lugar son adultos que no hacen mediaciones de la violencia. Que no analizan cómo se convive con el otro, cómo te haces ciudadano… antes se hacía en ese espacio socializador, donde había adultos que mediaban tus relaciones con los demás. Ahora tienes reflejos más intensos de violencia entre los adolescentes y los niños, pero los conflictos siempre han estado presentes, y no derivan en eso porque había un mediador.
“Lo otro es que la violencia en la escuela es reflejo de la violencia entre los propios adultos. Entre ellos, entre los adultos de la escuela hacia los niños, y también en el contexto de la escuela. Cada vez que se plantea esto y hay una violencia estructural muy fuerte, y lo único que se hace es revisar las mochilas para ver qué traen los niños.
“¿Y qué pasa en realidad? Salen de la escuela para enfrentar un contexto en el que les venden hasta drogas, o lo agreden, pues hay escuelas sin protocolos de seguridad. Y si se presenta una persecución y se monta un operativo que pasa por una escuela y se desarrolla el operativo sin importar la presencia de los niños, pues también hay un ambiente de violencia escolar.
“Esto es lo que ha pasado en los últimos casi cinco años en la zona de Renacimiento, en Acapulco, y los maestros dicen ‘yo ya no di clases porque el contexto no lo permite’, y eso también es violencia escolar. Focalizamos diferente, criminalizamos a las familias si pasan cosas, entonces la gente dice ‘¿Dónde estaban los papás, las mamás?’ Yo digo que la mayoría de ellos no estaban jugando tenis, estaban sacando adelante un trabajo mal pagado.
“Todos estos procesos de exclusión social provocan una déficit de la presencia de los adultos frente a los niños y jóvenes; además, con l diversidad de familias que hay en México, se atiende la violencia desde la lógica del deber ser, desde la lógica moral y moralina, en lugar de una lógica de reconocimiento de la diversidad”.
—Alguna vez dijiste que la violencia en las casas era peor que la violencia en las calles, a pesar de lo que cuentan los diarios. Lo planteaste en el contexto de la ciudades como Juárez, durante el gobierno de Felipe Calderón, ¿sigue vigente esta afirmación?
—Sí, aún lo es. Una de las violencias que más incide en los niños y adolecentes es la que surge al interior de su familia: la cantidad de víctimas afectadas alcanza más de la mitad de los niños de este país. En lugares donde hay una violencia estructural muy fuerte, se oculta. Cuando tienes la violencia fuera, la de lucha de territorios, donde la vida de los niños se ve impactada por el fuego cruzado y por la muerte de la gente cercana de manera cotidiana, donde la muerte pasa a segundo plano, porque la otra es muy impactante, con esto la violencia que se da en las calles oculta a la interior.
“La violencia de afuera persiste, y lo que pasa es que la interior ya no se ve. El año pasado, en 2014, si ves las notas, estaba prácticamente cargada a la violencia entre pares y hablaban de bullying, pero el acoso escolar tiene ciertas características que la mayoría no aborda como amerita. Un episodio de violencia entre niños no es necesariamente equiparable a bullying, porque éste requiere cierta constancia y requiere de un mediador, pero durante muchísimo tiempo se prefirió ‘hazte de la vista gorda’, ‘no intervengas’ y pensar que los chavos resolverían sus conflictos solos.
“Así fue todo el año pasado, estuvo cargado de eso, la violencia que sufrían los niños mexicanos era provocada por ellos mismos, o provocada entre ellos, culpa de víctimas y victimarios. Los niños depositan la carga violenta en otros niños y se dice que esa violencia era la que tenía mayor intensidad. Pero no es cierto, la de mayor intensidad es la que sucede en el hogar”.
—¿Es peor la violencia que sufren los niños o la que padecen las mujeres?
Sí, porque paradójicamente las historias de violencia se repiten. Los
indicadores dicen que la persona que más ejerce violencia en los niños son las mujeres, porque repiten los patrones de conducta, ellas son violentas y están a cargo de los niños. Tenemos una sociedad todavía muy tradicional. Esta violencia en el hogar se dice, pero luego se oculta. Como sociedad nos pone en la disyuntiva que todavía no acabamos de superar: los niños no son propiedad de los padres, no son un asunto privado, sino un tema público.
“Mientras, por ejemplo, cada vez avanzamos más en las denuncias de
violencia al interior de la familia, cuando ves que un vecino golpea a su mujer lo denuncias… eso va avanzando, pero nadie denuncia que su vecino le pega a sus hijos. Tenemos la visión del castigo corporal como corrector y perdemos la oportunidad de poner un alto.
“El año pasado se discutió la nueva Ley General de Garantías de Derechos de Niños y Niñas en México. Entre las propuestas había una que se refería a prohibir el uso del castigo corporal con fines educativos y correctivos, y se paró. ¿Por qué? Porque en esta lógica hay un proceso de naturalización de la violencia hacia la infancia, y lo otro es que todavía hay un sentido de propiedad: ¿Por qué los padres pueden hacerlo? Porque los están educando, entre comillas.
“Lo que se vive en las casas tendrá un reflejo en los otros ámbitos. Los seres humanos nos hacemos más cínicos cuando nos hacemos adultos, nuestra contradicciones crecen, te podrán decir lo que sea en términos de la violencia, pero si te formas en eso, si así te crías, ejerciendo violencia física y sicológica en tu vida cotidiana con otros seres humanos, con los niños, a quienes más debes cuidar y querer, pues así vivirás siempre. Uno dice: ‘no le pegues’, pero ellos sí reciben sus nalgadas. No es lo que les dicen, sino lo que viven y ven”.
Estamos hablando de una condición de “normalidad” de la violencia, pero
lo que debe preocupar es que clase futuro van a tener los niños.
Extracto del libro Huérfanos del narco (2015) de Javier Valdez, publicado por el sello Aguilar y la editorial Penguin Random House - https://tienda.megustaleer.mx/libros/1142-huerfanos-del-narco-9786073132893.html)