Por: Brenda Araceli Bustos García
La cobertura sobre el feminicidio de Debanhi Escobar se destacó por las valoraciones que comprendían la responsabilización o la victimización. Fue tal el fervor por construir su vida –en una supuesta búsqueda de la verdad– que se rebasó todo principio ético. Esto no es nuevo. El análisis histórico nos permite vislumbrar una serie de aproximaciones y similitudes con el tratamiento de los medios de comunicación y las redes sociales en torno a este feminicidio.
Paloma Moral plantea que en la Edad Media se realizaban peritajes sobre el cuerpo de mujeres que consistían en una inspección fisiológica del cuerpo femenino[1].Su realización se apoyaba en diversos medios, entre los cuales se pueden destacar la vista, el tacto y, en situaciones complejas, el espéculo. Está práctica fue instituida por la Iglesia, la cual consideró que dicho peritaje debía ser realizado por otras mujeres a quienes denominaban de diversas maneras: parteras, matronas, comadres, amas o madrinas. Éstas debían cumplir un requisito imprescindible: ser honestas, ya que su valoración y dictamen era de suma importancia para el orden eclesial.
Tales peritajes eran ordenados cuando las mujeres tenían complicaciones para consumar el matrimonio, con el objetivo de emitir un dictamen sobre la pertinencia o no de la anulación matrimonial; y en situaciones en las que se debía comprobar y patentar la virginidad de la mujer. Aunque, se debe aclarar que la virginidad no se limitaba a comprobar, patentar y certificar la abstinencia sexual sino que se le consideraba un estilo de vida, por lo que los comportamientos en la vida cotidiana se analizaban, verificaban y evaluaban. A la “integridad física” se le sumaba la “integridad moral” y “espiritual”.
Las mujeres evaluadas, como aquellas que evaluaban, eran observadas y escrutadas por la mirada de los hombres que determinaban la “honestidad”, bondad y castidad de ellas. En este sentido, el peritaje respondía, sostenía e institucionalizaba la estructura patriarcal. Incluso se podría decir que se institucionalizó el peritaje como inspección, evaluación y enjuiciamiento del ser mujer, así como la criminalización de diversos comportamientos y actitudes.
Silvia Federici apunta que los peritajes conllevaban el disciplinamiento del cuerpo y, en caso de considerarse necesario, la implementación de un castigo[2]. Las cacerías de brujas representaron un punto álgido, en el que se cometieron feminicidios en eventos en los que se adoctrinaba a los habitantes sobre el reconocimiento de las brujas. Se les enseñaban rasgos y características para identificarlas y la peligrosidad que representaban. Estas lecciones culminaban con la importancia de denunciarlas.
Federici también utiliza el término “multimedia” para referirse al rol que tuvo la imprenta en la difusión de panfletos informativos sobre estos temas y la publicación del libro Malleus Maleficarum.
El funcionamiento del engranaje inquisitorial representaba la creación de fuentes de trabajo para diversos oficios: escritores para la realización de los panfletos; artistas, quienes se encargaban de documentar imágenes y “retratos”; juristas, magistrados y demonólogos para el proceso de persecución; jueces, torturadores, cirujanos, escribas, guardias para los juicios y las ejecuciones. Los gastos, por cierto, los cubrían los familiares de la víctima (bruja) o –cuando no tenían recursos– los ciudadanos o el terrateniente.
Los juicios culminaban –en la mayoría de las ocasiones– con la ejecución de las mujeres, lo cual, de acuerdo con Federici, dio pie a uno de los genocidios más grandes e ignorados por la historia. No obstante, aquellas mujeres que no eran asesinadas tampoco se salvaban de la letalidad inquisitorial, ya que esta se extendía a otros ámbitos: la muerte social, representada en la exclusión y relegación de la vida comunal, debido a que la sospecha marcaba de por vida a las mujeres que habían sido enjuiciadas.
Aquellas mujeres que tenían conocimientos diversos o cuyas formas de vida desafiaban la estructura eclesial y patriarcal fueron las principales víctimas. Al posicionar estas categorías como válidas y, sobre todo, punibles, se constituyeron como formas de aleccionar y desalentar a las otras mujeres de actuar de forma “rebelde”.
Finalmente, apunta Federici, estos juicios instituyeron el crimen exceptum, el cual se ocupaba de formas especiales para investigar –justificaba la tortura–, y castigaba aunque no pudiesen probarse los daños o los hechos que se imputaban.
Estigmatización de Debanhi
En la historia de Debanhi los medios han reproducido y construido una ficción en la que se alientan y ostentan las formas “correctas” del ser mujer. La supuesta búsqueda por informar ha llegado al extremo de generar un descrédito sobre su vida y personalidad, generando una revictimización al utilizar de forma indiscriminada y sin censura aspectos de la vida personal e incluso emocional y sensibilidad de la joven. Historias de ficción que llegan a desacreditarla a ella, a su mamá y a su padre. Y a través de esa ficción a las mujeres en general. Asimismo, las interminables narrativas, ya escritas, orales, en vídeos y/o fotografías en las que se apoyan los medios de comunicación han sido desplegadas de forma que aleccionan sobre lo que es reprochable, censurable e incluso fuente de rechazo en una mujer.
Además se difundieron videos que dan cuenta de los momentos de su desaparición, los cuales han servido para formular una serie de hipótesis sobre lo que aconteció. Así, momentos y aspectos de su vida se han convertido en pruebas de su personalidad. Como en la etapa de la cacería de brujas, su personalidad denota sospecha sobre la forma socialmente aceptada del ser mujer.
Como podemos recordar, el peritaje es uno de los términos que más ha resonado en esta historia. Así lo han hecho notar las narraciones de los medios en los que se ha enfatizado el resguardo que los padres han hecho del peritaje alternativo. El cuestionamiento y descrédito que realizó la Procuraduría. Y, actualmente, al realizado posterior a su exhumación. Y es que en su sentido contemporáneo el peritaje, en una definición muy general, refiere a aquellos estudios emprendidos por profesionales con expertise y dominio de un área específica, cuyo objetivo es obtener criterios (datos, hechos, etc.) que contribuyan a la actividad procesal. Y que en esta situación particular los medios han pretendido ser ejecutores del mismo.
Y es esta ficción construida en los medios de comunicación en pleno año 2022 la que detona una serie de cuestionamientos: ¿Cómo dar cuenta de que aún hoy en día los medios de comunicación juzguen y condenen? ¿Cómo contribuye esta desvalorización mediática a la minusvaloración de la mujer? ¿Cómo contribuye este peritaje del ser mujer a los feminicidios? ¿la correlación entre medios de comunicación y trato a las noticias sobre mujeres: justifican la posición social de las mujeres? ¿Justifican los feminicidios? ¿Cómo regular la mercantilización, pragmatización y utilitarismo de los medios en notas que implican el sufrimiento de familias?
Brenda Araceli Bustos García
Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
REFERENCIAS
1 Moral de Calatrava, Paloma (2013) La “mujer cerrada”: la impotencia femenina en la Edad Media y el peritaje médico-legal de las parteras. Dynamis 33 (2): 461-483.
2 Federici, Silvia (2010) Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Editorial Traficante de Sueños.