Natalia Alejandra Morales García y Ana Paulina Castillo Granados
Licenciada en Ciencias de la Educación (izquierda) y licenciada en Sociología (derecha) por la Universidad de Monterrey (UDEM).
¿Dónde se encuentra el borde entre el "sí" y el "no"? Nos lo preguntamos múltiples veces. No había respuesta. Nadie nos lo enseñó. Suponíamos que si alguien quería tener relaciones sexuales significaba que tanto nosotras como nuestros cuerpos eran valiosos, porque alguien lo designaba. Entonces, ¿cómo decir que no?
“¿Qué es el placer? Al rato llega, no pasa nada. Ya llegamos hasta aquí. ¿Qué va a pensar? No me puedo ir. ¿Qué va a decir? Qué vergüenza. Es mi culpa. Mejor aquí me quedo”, son pensamientos que pasaban por la mente. Por muchos años sólo le dimos relevancia a complacer y descuidamos a la persona que más importaba. Ahora nos percatamos de que esos pensamientos y emociones eran repercusiones de experiencias con personas cercanas que no solucionamos en la infancia.
Creemos haber sido abusadas en más de una ocasión pero, al no haber recibido la educación apropiada para desarrollar nuestra sexualidad, a la fecha seguimos sin estar seguras de que tengamos el derecho a denunciar una “violación”. Ahora, con una perspectiva distinta, sabemos que hemos vivido más agobiadas por perdonarnos que por perdonar al agresor, al no distinguir entre el “sí” y el “no”, por no habernos sabido proteger, como si lo que estuviera al revés fuéramos nosotras y no el mundo en el que vivimos.
El interés por investigar este tema surgió al darnos cuenta de que las experiencias en torno a la sexualidad fueron determinadas por un común denominador: la ausencia de una apropiada Educación Sexual Integral Infantil (ESII). Nos cuestionamos: ¿a qué edad habría sido adecuado recibir información designada para el autoconocimiento, cuidado personal y capacidad de poner límites? Desde la infancia, fue la innegable conclusión.
Con base en estos cuestionamientos decidimos dedicar nuestro Proyecto de Evaluación Final de grado Licenciatura a este tema de manera interdisciplinaria entre la Sociología y las Ciencias de la Educación, titulado Conozco, Amo y Cuido mi Cuerpo, el cual consistió en una investigación además de un proceso de diseño instruccional con el objetivo de describir los componentes fundamentales de un programa sobre Educación Sexual Integral Infantil para docentes de tercer grado de preescolar en el Colegio Formus de la ciudad de Monterrey, desde una perspectiva social que explore el proceso de socialización primaria y una perspectiva educativa para la adquisición de conocimientos y habilidades para potencializar el desarrollo integral psicosexual de las niñas y los niños, buscando la prevención de violencia sexual infantil.
Al realizar dicho trabajo, encontramos que los abusos ocurren con distintos grados de violencia y de diferentes formas, tanto con millones de mujeres más en el país y en múltiples niveles de gravedad, como con hombres y otras personas del espectro no binario. Ante el problema de abuso sexual infantil, consideramos que la mejor prevención puede ser la educación sexual integral impartida desde la casa y la escuela.
Esta problemática también refleja una sociedad erigida sobre cimientos de violencia, prejuicios, estereotipos, tabúes y falta de educación pensada para el desarrollo integral de los seres humanos.
En 2019 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) informó que México es el primer lugar en casos de abuso sexual infantil, con 5.4 millones de víctimas anuales1. Desde el 2015 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó un aumento en la cantidad de casos sobre abuso y acoso sexual, tanto de hombres como mujeres, con un índice mayor de estas últimas; mientras que la Unicef2 estableció el abuso sexual a infantes como el tercer delito más cometido, con una mayor incidencia en el sexo femenino.
El incremento de abuso sexual plantea la necesidad de transmitir conocimientos esenciales sobre la sexualidad a las y los infantes y generar estrategias para fomentar su protección3: “Parecería que la sexualidad comienza en la adolescencia, a juzgar por la falta de educación sexual que precede a esta etapa de la vida. Sin embargo, si queremos educar en sexualidad a partir de los 14 años, habremos llegado demasiado tarde”, establece María Teresa Peinado Rodríguez, médica de Familia en el Centro de Orientación Familiar y Centro Joven de Anticoncepción y Sexualidad Ciudad Jardín, Badajoz, España4.
Si existe la intención de educar y prevenir en cuanto a temas de sexualidad y salud sexual, tratar de enseñar en la adolescencia significa un fallo en el cumplimiento de dicho objetivo. Es fundamental abrir la conversación sobre la necesidad de “reforzar la educación sexual, adaptada a las diferentes etapas de desarrollo de las y los menores; proporcionarles herramientas para identificar los riesgos y conductas de violencia sexual en su contra”5, creando vías de comunicación seguras y confiables, ligadas con las autoridades responsables e instancias para la protección de las y los infantes.
Existe poco contenido sobre la educación sexual para la capacitación de niñas, niños y las y los adultos responsables del desarrollo desde la infancia, en particular en la etapa de preescolar6. Cuando se trata de abordar este tema, los docentes, madres y padres de familia, en su mayoría, no cuentan con las competencias y/o las herramientas pedagógicas e incluso llegan a tener información sesgada con poco enfoque científico7.
La sexualidad se ha convertido en un tabú cultural al ser percibida como un tema prohibido e incluso con connotaciones negativas sobre la curiosidad y dudas que las niñas y niños desarrollan durante su crecimiento, lo que propicia la falta de conocimiento, mala autoestima y miedo a cuestionar8 9. Lo que ocurre es que “como tal, tiende a ocultarse o a esconderse el cuerpo”10.
La sociedad mexicana tiene la estigmatización de que la sexualidad sólo abarca las subáreas de la reproducción y el erotismo, sin considerar el género y la vinculación afectiva que forma parte de esta11, por lo que existe un área de oportunidad para la enseñanza de la educación sexual.
Las y los adultos prefieren mantener una postura de silencio y se niegan a responder preguntas sobre el tema por el tabú social y su incomodidad termina por bloquear la educación sexual infantil12.
Para explorar los orígenes sociales de los tabúes, resulta pertinente señalar el fallo de la secularización en México que detona en un tradicionalismo latente: “Las prácticas religiosas, al caracterizarse por tener una visión tradicionalista de la actividad sexual, siguen considerándose un factor predictivo en las conductas sexuales de los adolescentes”13.
Los medios de comunicación, el acceso a internet, la literatura y las amistades se han convertido en fuentes de información sobre el conocimiento de la sexualidad. Cada vez se han incorporado más contenidos con índole sexual por el aumento en el interés sobre este tópico, lo que ha llamado la atención de investigadores científicos14. La sobreexposición a los medios de comunicación sobreestimula a las niñas y niños e incluso proporciona información inadecuada a la madurez cognitiva para asimilar apropiadamente lo que perciben15.
DETONANTE DE VIOLENCIA
Charles Cooley, sociólogo estadounidense enfocado al interaccionismo simbólico16, advierte que la falta de expresión afectiva del “yo” (persona, ego) puede afectar la autoestima desde la infancia y detonar un “yo agresivo”, programado psicosocialmente para afirmar su posición social o su progreso personal, y agrega que la mente es capaz de entretener la idea del conflicto o enfrentamiento siempre que esto signifique satisfacer al ego.
De igual manera, la violencia sexual infantil se puede abordar desde una perspectiva sociológica que analice las distintas formas de violencia en el espacio social, desde las más tangibles como la física, hasta la simbólica como la propuso Pierre Bourdieu17: una dominación subliminal de un agente social sobre otro.
“Esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas ‘expectativas colectivas’, en unas creencias ‘socialmente inculcadas’, transforma las relaciones de dominación y de sumisión en relaciones afectivas, el poder en carisma”18.
Liliana Orjuela López y Virginia Rodríguez Bartolomé, en su guía de material básico para la formación de profesionales en cuanto a violencia sexual contra las niñas y los niños, definen que otras tres formas particulares en las que la violencia sexual contra la infancia se puede manifestar19 son: abuso sexual infantil con o sin contacto físico, una de las formas más graves de violencia con consecuencias sumamente devastadoras; imágenes de abuso sexual a través de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, lo cual abre toda otra conversación sobre cómo el medio digital se vuelve un espacio social donde la violencia también ocurre de distintas maneras y nos llama a preguntarnos: ¿cómo somos todos partidarios de este problema?; y la explotación sexual infantil y trata, que representa la forma de violencia más extrema al utilizar a los menores en actos de naturaleza sexual a cambio de una contraprestación.
“La aceptación por parte del niño o la niña de esta transacción resulta irrelevante, y así lo establecen las principales normas internacionales, debido a que cualquier forma de violencia sexual contra los niños y las niñas es un problema social que tiene consecuencias en su vida, en su entorno y en todos y cada uno de los contextos en los que el niño o la niña víctima se desarrolla”20.
Resulta indispensable proteger a las niñas y niños desde el campo familiar, social, educativo, sanitario, policial y legislativo. Es necesario implementar, con personas capacitadas, programas de Educación Sexual Integral Infantil en México, que en el fondo comprendan que las distintas manifestaciones de la violencia se dan a partir del desarrollo de relaciones sexuales y de género basadas en poder y abuso en distintos grados.
“En las relaciones de poder, la sexualidad no es el elemento sordo, sino uno de los que están dotados de la mayor instrumentalidad: utilizable para el mayor número de maniobras y capaz de servir de apoyo, bisagra, a las más variadas estrategias”21. La violencia sexual infantil se puede ver, entonces, como una relación de poder que explota vulnerabilidades.
¿QUIÉN SE HACE RESPONSABLE?
Ante algunas modificaciones en libros de educación pública en 2018, La Unión de Padres de Familia (UNPF) señaló que estos “pueden confundir a las y los menores si permitimos que contengan ideología generalista y conceptos como derechos sexuales, que no existen en ningún tratado vinculante; por otro lado, lo que sí existe es el derecho de los padres a decidir el tipo de educación para sus hijos”22.
Este tema abrió un gran debate ya que sin importar si estamos hablando de “conservadores” o “liberales”, “izquierda” o “derecha”, el rol de las madres y padres en la educación de sus hijos es uno fundamental y determinante. Sin embargo, aquí podemos notar dos posturas principales que diferencian lo que es una Comunidad Educativa de lo que es un Pin Parental, por ejemplo.
Una comunidad educativa en materia de Educación Sexual es “un conjunto de personas que están interesadas en la formación pedagógica, se comunican y cooperan entre sí para perfeccionar al ser humano”23, a través de la promoción de la colaboración y comunicación de todos los participantes que comparten la responsabilidad de formar a la siguiente generación.
Es una puesta en común de esfuerzos por parte de las madres y padres de familia o tutores con los docentes encargados de brindar dicha formación a través de la enseñanza en todos los aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad, velando por la protección de la infancia para la prevención de casos de violencia. ¿Qué pasa, entonces, cuando las y los adultos no recibieron una educación sexual integral adecuada y, durante el periodo de socialización de la niña o niño, no tienen los conocimientos necesarios para brindar la formación que requiere?
El mejor ejemplo es el Pin Parental, que fue aprobado en Aguascalientes y propuesto durante el 2020 en distintas entidades federativas del país: Baja California, Chiapas, Chihuahua, Ciudad de México, Hidalgo, Michoacán, Nuevo León, Querétaro y Veracruz24. Este pretendía “blindar a niñas, niños y adolescentes de los contenidos educativos que determine el Estado mexicano a nivel federal, básicamente respecto a su educación sexual y la igualdad de género”25.
Carla Luisa Escoffié, abogada y dirigente del Centro de Derechos Humanos de la Facultad Libre de Derecho de Monterrey, sugiere que el problema del pin parental al otorgar completo control de toma de decisión a las madres y padres sobre qué tipo de contenidos recibirán sus hijos en materia de ESII es que la redacción de la iniciativa no presenta limitantes y dificulta la definición de lo que es ético o moralmente controvertido26.
En cambio, una verdadera comunidad educativa propone la evaluación crítica a través del diálogo y trabajo en equipo entre madres, padres y docentes para el bienestar de las niñas, niños y jóvenes, mientras que un Pin Parental otorgaría absoluto poder a una generación para educar a otra en un tema sobre el que ninguna de las dos generaciones tiene adecuado conocimiento.
Es importante comprender lo anterior sobre la comunidad educativa ya que al hablar de la implementación de una ESII con enfoque también en la prevención de violencia sexual infantil, el trabajo colaborativo y pertinente de las madres, padres y docentes con las instituciones jurídicas, velando por el verdadero bienestar de las niñas y los niños, será fundamental para el futuro.
El problema es amplio y complejo, pero para efectuar soluciones se necesita una gran cantidad de trabajo en equipo por parte de las y los adultos que también tendrán la necesidad de reaprender unos dos o tres conceptos —muchísimos, en realidad. La andragogía como el proceso de aprendizaje adulto, entonces, se vuelve fundamental de manera paralela a una ESII.
Aún así, la responsabilidad de estos dos agentes socializadores (familia y escuela) no exime al Estado de acatar su responsabilidad de cumplir con su palabra según lo estipulado en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes en el artículo 58, fracción VIII, afirmando su compromiso como gobierno para promover la educación sexual integral según la edad, desarrollo evolutivo, cognoscitivo y madurez de los menores a fin de ejercer los derechos planteados por la Constitución y Tratados Internacionales27.
De acuerdo con Peter Berger y Thomas Luckmann28, en su trabajo sobre la Construcción Social de la Realidad, una sociedad que ignora que su realidad le ha sido impuesta es, por definición, una que ha sido deshumanizada. ¿Será que hemos hecho eso por siglos, deshumanizar una de las áreas del desarrollo del ser humano y reducirla a morbo, tabúes y mitos infundamentados? Quizá el miedo sólo es un producto más de la ignorancia que, a su vez, permite que se perpetúe la violencia.
Ante este escenario la ESII es una invitación a revolucionar nuestras ideas y comprender la sexualidad como un tema que trasciende más allá de la genitalidad y de la reproducción, ya que también involucra seguridad, respeto y dignidad.
Referencias
1. Senado de la República (2019) México, primer lugar en abuso sexual infantil. Recuperado de:http://comunicacion.senado.gob.mx/index.php/informacion/boletines/45796-mexico-primer-lugar-en-abuso-sexual-infantil.html
2. Unicef (2019) Panorama Estadístico de la Violencia Contra Niñas, Niños y Adolescentes.https://www.unicef.org/mexico/media/1731/file/UNICEF%20PanoramaEstadistico.pdf
3. Melo, M. y Zicavo, N. (2012). Competencias parentales en Educación sexual. Ciencias psicológicas, 6(2), 123-133
4. Peinado, M.T.. (2010). Sexualidad en los niños: la asignatura pendiente. Pediatría Atención Primaria, 12(Supl. 19).http://scielo.isciii.es/pdf/pap/v12s19/sup19_14.pdf
5. Op.cit (Senado de la República, Op.cit)
6. Salinas-Quiroz, F., y Rosales, A.. (2016). La agenda pendiente de la educación inicial y preescolar en México: sexualidad integral. Educación, 25(49), 143-160.
7. Francoeur, R. y Noonan, R., (2004). México. En: The continuum complete international encyclopedia of sexuality, 1st ed. Nueva York, pp.693-695.
8. Cevallos, A. y Jerves, E. (2014) ¿Educación sexual para mi hijo e hija de preescolar (3-5 años)? Percepciones de padres y madres de familia. Revista Electrónica Educare, 18 (3), 91-110.
9. Martin, J., Riazi, H., Firoozi, A., y Nasiri, M. (2018). A sex education programme for mothers in Iran: Does preschool children’s sex education influence mothers’ knowledge and attitudes? Sex Education, 18(2), 219–230.
10. García, C. (2016). Child sexuality: information to guide the clinical practice. Acta pediátrica de México, 37(1), 47-53.
11. Ídem
12. Martínez, J. (2011). Prevención del abuso sexual infantil: Análisis crítico de los programas educativos. Psykhe, 9(2).
13. Rowatt y Schmitt, en Sanabria, J., Jiménez, J., Parra, K., y Tordecilla, M.(2016). Influencia de la religión en la toma de decisiones sobre sexualidad en estudiantes católicos practicantes. Diversitas: Perspectivas en Psicología, 12(2),231-242.ISSN: 1794-9998. https://www.redalyc.org/pdf/679/67946836005.pdf
14. Op.cit (Francoeur y Noonan, Op.cit).
15. Op.cit (Melo y Zicavo, Op.cit).
16. Cooley, C. H. (1922). "The Social Self -- 1. The Meaning of 'I'", Chapter 5 in Human Nature and the Social Order (Revised Edition). New York: Charles Scribner's Sons. Páginas 168-210.
17. Bourdieu, 1999 en Fernández, M. (2005) La noción de violencia simbólica en la obra de Pierre Bourdieu: una aproximación crítica. Universidad Complutense de Madrid.
18. Ídem
19. Orjuela y Rodríguez (2012). Violencia sexual contra los niños y las niñas. Abuso y explotación sexual infantil. Save The Children. Guía de material básico para la formación de profesionales. Gobierno de España.https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/violencia_sexual_contra_losninosylasninas.pdf
20. Ídem
21. Foucault 1999a: 122 en Piedra, N. (2004). Relaciones de poder: leyendo a Foucault desde la perspectiva de género. Revista de Ciencias Sociales (Cr), IV(106),123-141. ISSN: 0482-5276. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=153/15310610
22. UNPF, (2018). “UNPF lamenta algunos contenidos de los nuevos libros de texto”. Unión Nacional de Padres de Familia. Disponible en http://bit.ly/2x6zsEB
23. Pérez, V. M. O. (2006). Consideraciones pedagógicas sobre la comunidad educativa: el paradigma de la" escuela-educadora. Revista complutense de educación, 17(1), 51.
24. La Jornada (2020). Son 9 entidades que buscan establecer Pin Parental. Redacción en La Jornada: Sociedad y Justicia. Recuperado en línea de https://www.jornada.com.mx/ultimas/sociedad/2020/09/21/son-19-entidades-que-buscan-establecer-pin-parental-2092.html
25. Bonifaz, L. (2020) Federalismo y PIN Parental. El Universal. Recuperado en línea de https://www.eluniversal.com.mx/opinion/leticia-bonifaz-alfonzo/federalismo-y-pin-parental
26. Sánchez, C. (2020) Polémica del pin parental llega a México en torno a la educación sexual. La Vanguardia: Vida. Recuperado en línea de https://www.lavanguardia.com/vida/20200712/482264235940/polemica-del-pin-parental-llega-a-mexico-en-torno-a-la-educacion-sexual.html
27. Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. (4 diciembre de 2014) Diario Oficial de la Federación de México.
28. Berger, P. y Luckmann, T. (2003). La construcción social de la realidad. Amorrortu editores. Argentina.