Por: Miguel Solís Gutiérrez
Prólogo. Lo mismo la neblina
La piedra plana
en el fondo del río
mis pies descalzos
Pétalos de naranjo
que arrastra la corriente
***
Solo un momento
lo mismo la neblina
con la mañana
¿Iré a donde hay silencio?
Donde no quema el Sol
***
Voy con el cauce
de agua fresca hasta el lago
Es media tarde
El zanate a lo lejos
canta mi despedida
***
Contra mi pecho
el frío del crepúsculo
la Luna llena
Entro al lago desnudo
nadaré hasta dormirme
El alba se anaranja
Caen las hojas
el alba se anaranja
refugio de las grullas
***
Entra el rocío
a bañar mi jardín
cubierto de niebla
***
La soledad
el sentir en los huesos
se hizo rutina
***
Cuando duermo
un viento que marchita
roza mis labios
A finales de invierno
De no encontrarte
a finales de invierno
habría partido
***
Como las aves
se adentran en las nubes
tú, en mis ojos
***
Un espejismo:
el ave y su gorjeo
los dos amantes
***
En tu cabello
aroma de camelia
la abeja, el polen
Antes de que anochezca
Nademos juntos
antes de que anochezca
Vámonos pronto
Comienza a helar la tarde
calentemos la cama
***
A medianoche
empecé a recorrer
tu cuerpo a caricias
el monte en tus caderas
tus senos azahares
***
No mires atrás
las tormentas de otoño
ve el suelo fértil
los nuevos brotes de árbol
Mírame a mí
***
Mi pluma y mi tinta
pintaron el deshielo
Volví a escribir
cuando me preguntaste
si también te amo