¿A quién le toca cuidar el agua? Una radiografía del neoliberalismo ante la crisis
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Por: María Belén Cane
Los malos tiempos suelen olvidarse con facilidad. Hoy parece distante el crítico episodio que vivió la población de Nuevo León hace tres años. En aquel entonces, Agua y Drenaje de Monterrey declaró el Día Cero y, con ello, la empresa pública inauguró una temporada de escasez, que incluyó estrategias de racionamiento y cortes al servicio de abastecimiento de agua potable de forma periódica. En el punto más álgido de la situación, el suministro del servicio llenó de incertidumbre a la población de muchos barrios y municipios, en un estado que cuenta con más de 5.5 millones de habitantes.
Tan pronto como llegó el verano, las presas Cerro Prieto y La Boca redujeron su nivel al 5 % de su capacidad, mientras que la presa El Cuchillo rondaba el 50 %1. Muy pronto se identificó la causa del problema: “La sequía nos alcanzó”, se anunciaba en Hora Cero. Por su parte, el gobernador afirmaba: “Ya estamos en una crisis climática extrema”.
La “Declaratoria de Emergencia por Sequía”2, publicada en el Periódico Oficial del Estado un par de meses después del Día Cero, contenía información que apuntaba a la falta de lluvias como la causa del desabasto de agua en fuentes naturales de aprovisionamiento. Al mismo tiempo, la declaratoria emitía una serie de medidas preventivas y de mitigación, orientadas a reducir el consumo doméstico de la población.
Entre las recomendaciones estaban las siguientes: “evite descargas innecesarias del inodoro”, “opte por duchas breves” y “no deje la llave abierta mientras se cepilla los dientes”; para el caso de la lavandería: “opere las lavadoras solamente cuando estén completamente cargadas”; así mismo, daba esta sugerencia en el caso de la cocina: “lave los vegetales en una olla llena de agua en vez de usar agua corriente” y “no enjuague los platos antes de ponerlos en el lavaplatos”; y sobre el cuidado del jardín, pedía comprobar “los niveles de humedad del suelo con una sonda de suelo; no tiene que regar si el suelo aún está húmedo” y “utilice una escoba o soplador en lugar de una manguera para despejar las hojas y otros escombros de su entrada o acera”. En resumen: “Para que haya agua para todos ¡ahorrar te toca a ti!”.
Sin duda, buena parte del problema lo explica el cambio climático, ya que la alteración de los patrones de precipitación y el aumento de las temperaturas incrementan la frecuencia y duración de las sequías3. Así mismo, la educación y cultura sobre el cuidado del agua son piezas fundamentales para la construcción de un futuro sostenible. No obstante, al considerar el contenido de ambos mensajes, hallamos un problema parecido: simplifican excesivamente las causas y la solución de esta crisis.
El asunto del agua, en el contexto neoleonés, tiene múltiples implicaciones: hay que hablar de diversas desigualdades, así como de relaciones y ejercicios de poder, cuestionar los pilares de la identidad neolonesa y, por supuesto, de la historia de su capital. Aún hay que desenmarañar exactamente qué nos dicen estos mensajes sobre la gestión del agua en el estado, pero también lo que omiten.
Cuando el río suena, piedras lleva
Como sabemos, la ciudad de Monterrey se ha distinguido históricamente por el amplio proceso de industrialización que, durante más de un siglo, la ha mantenido como uno de los principales ejes económicos del país. La consolidación de la “capital industrial de la República” es atribuible, en buena medida, a que el Estado ha sido un facilitador para los intereses del sector privado4.
Este contexto ha impulsado una narrativa de excepcionalidad alrededor del hombre regiomontano. Esta, además de fijar un esquema de valores conservadores y de justificar la diferenciación entre la sociedad neolonesa y el resto del país, posee una visión particular de la naturaleza, elaborada a partir de un recuento de la relación que ha mantenido la población neolonesa con su entorno natural. Considerar dicho recuento permite observar algunas nociones latentes, que asomaron en los discursos dominantes durante la crisis hídrica más reciente.
Alfonso Reyes, referente de esta narrativa por su texto titulado Nuevo León, afirma que: “En otras zonas la naturaleza fue más dadivosa. Allá hubo que arrancárselo todo, y esta pugna feliz, esta creación de la nada, es una de las demostraciones más patentes de la cultura y de las posibilidades del espíritu”. Describe, a su vez, el paisaje en el que se sitúa: “Un río casi seco, más que río camino de pedruscos, se hincha de pronto y produce inesperados desbordes”. El prócer aplaude a los “héroes en mangas de camisa” que lograron perseverar y triunfar a costa de la indomable naturaleza, que ofrecía resistencia a cada paso, gracias a la intangible esencia del hombre regiomontano5. Se trata de la clásica –y hoy ya oxidada– visión dualista que posiciona a la civilización y la naturaleza como entidades separadas y opuestas.
Del escrito de Reyes resaltan las referencias al río seco y las inundaciones que han caracterizado el paisaje que conocemos en años recientes. Es de utilidad, pues, traer a colación la documentación histórica que revierte esta narrativa: la abundancia de fuentes de agua –específicamente el río Santa Catarina y Santa Lucía, que era una cuenca baja al norte del primero– fue el motivo por el cual llegaron los primeros asentamientos coloniales en la región y más tarde, en 1596, la fundación de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey6.
Las primeras crisis de agua enfrentadas por los habitantes de este poblado fueron las inundaciones ocasionadas por el desbordamiento del río Santa Catarina, que no detuvo, a pesar de esto, el constante crecimiento de la urbe en sus alrededores.
Mientras tanto, Santa Lucía y otros cauces acumulaban desechos y basura, lo que ocasionaba epidemias de tifoidea, paratifoidea, disentería y parasitosis intestinal. Esta situación continuó hasta bien entrado el siglo XX y, desde luego, generaba un daño mayor a la gente más pobre –ubicada en la zona centro–, mientras que las clases acaudaladas corrían un menor riesgo de enfermar, pues podían darse el lujo de abastecerse de otras fuentes de agua, ubicadas a una distancia mayor.
Lo anterior llevó a construir presas en el estado –facilitadas por la inversión extranjera– y a la búsqueda de fuentes alternativas de agua, estrategia que más tarde se disparó ante la enorme expansión económica que, bajo el gobierno de Bernardo Reyes, experimentó la ciudad. Hacia finales del siglo XIX e inicios del XX, tan solo el 25 % de la población recibía este suministro y, al mismo tiempo, se instalaban en la ciudad grandes empresas que requerían del líquido para sus procesos productivos, como la Cervecería Cuauhtémoc y Fundidora Monterrey. No obstante, el general porfirista cometió un error garrafal: decidió no invertir en un sistema adecuado de alcantarillado y desplazar el centro de la urbe lejos del peligro de las inundaciones. Su decisión cobró la factura en 1909, año en que se registró la peor inundación en Monterrey.

Curiosamente, la primera versión de Agua y Drenaje de Monterrey fue, en realidad, The Monterrey Water Works and Sewerage Company. Esta compañía resultó de una concesión hecha por el gobernador a la empresa canadiense MacKensye Mann & Sewer Co., y que duró hasta 1945. A pesar de que esta empresa era la responsable del 50 % del abasto doméstico, evadía la supervisión de autoridades estatales y escatimaba en los costos de mantenimiento. El sector industrial, mientras tanto, sumó más pozos a su propiedad. La intervención del gobierno priorizaba los requisitos de la industrialización y de la actividad agrícola sobre la necesidad de los hogares.
La estrategia principal de la primera mitad del siglo pasado consistió en dirigir el agua a la ciudad desde fuentes remotas y subterráneas. Como consecuencia, los caudales del río Santa Lucía se desecaban y sepultaban bajo las calles en construcción. Asimismo, el río Santa Cantarina comenzó a desecarse en 1954, a costa de sus ecosistemas acuáticos y a favor de una creciente intensificación de la actividad industrial.
“La escasez del recurso no debe atribuirse a la falta del agua misma, sino a causas de tipo social que propiciaron el inicio de su mala gestión”6. Responde a la falta de previsión de riesgos, el irregular despliegue de la urbe, la explosión de la actividad industrial y su sobreexplotación del recurso, de la mano de una absoluta omisión de criterios de sostenibilidad de los ecosistemas. La destrucción de las fuentes de agua dañó, adicionalmente, una parte de la ciudad que es imposible medir con datos, puesto que –al igual que sus montañas y fábricas– dichos cuerpos constituían un sello distintivo de la identidad regia.
Andan revueltas las aguas
Los conflictos ambientales, en la actualidad, apenas constituyen un microcosmos entre conflictos sociales que los trascienden y, al mismo tiempo, los alimentan. El caso del agua en nuestro estado no es la excepción.
Nuevo León alberga 750 empresas medianas con más de 500 empleados. Las empresas de servicios, actualmente, sobrepasan a la industria manufacturera con 37 % del sector y, sin embargo, cuenta con el 24 % de la población ocupada; pero son éstas últimas las que se caracterizan por un alto consumo de agua. Se calcula que tres empresas regias en 100 años gastan el agua que a una ciudad como Toluca, Estado de México, le tomaría medio milenio7.
Sea para el refresco, el acero o la cerveza, un elemento clave para sostener el abastecimiento es, en este caso, su gran poder de negociación con los múltiples niveles de gobierno, la razón por la que obtienen concesiones de pozos que, en números reales, sobrepasan las decenas de miles. Sin embargo, poca es la exigencia de transparencia sobre el consumo de este sector, que, especialmente en periodos de crisis, puede entrar en conflicto con las necesidades humanas8.
Dada la apertura del mercado y el comercio que se ha experimentado desde finales del siglo pasado, no se perciben señales de que esta máquina se detenga, sin importar la gravedad de las circunstancias que atentan contra la población, al impedir su acceso a un elemento indispensable para la reproducción de la vida. Al contrario: la injerencia del sector privado en la gestión del agua es parte del protocolo neoliberal9.
El neoliberalismo, desde una visión cultural e ideológica, no solo sostiene una visión del ser humano, sino que depende de que esta se materialice una visión particular de la naturaleza. Según Ayn Rand el ser humano busca, en esencia, “Perseguir su propio interés racional y su propia felicidad es el más alto objetivo de su vida”, a través del intercambio con otros “comerciantes”10. El individuo se entiende como el único autor y responsable de su destino, sea bueno o malo, lo cual nos recuerda, además, a la construcción subjetiva del regiomontano, que propone el ethos empresarial y la narrativa de excepcionalidad.
La naturaleza, entonces, se entiende meramente como un “capital natural” y es juzgada bajo la racionalidad económica dentro de un mercado que –aparentemente– permea en todo lo que existe. Es un recurso más para el despliegue de la agencia del individuo y de la humanidad, y tan solo un insumo de la producción. Bajo un “ambientalismo de mercado”, inclusive el cuidar de ella debe justificarse como una inversión a favor de un beneficio económico posterior.

¿Qué implicaciones tiene esto? Que la responsabilidad de atender la crisis recae en el individuo –“¡ahorrar te toca a tí!” –, a pesar de que su escala y dimensiones lo trascienden. El énfasis se coloca en reducir el consumo individual, haciendo caso omiso a las injusticias, históricas y actuales, que tienen sus huellas plasmadas tanto en el origen como en la gestión de la crisis.
El sentido de autorresponsabilidad neoliberal validado “desde arriba” y asumido “desde abajo” por la población general, al mismo tiempo, es funcional para aliviar el descontento y evitar la movilización ciudadana. Al limitarse la protección social, aumenta el nivel de incertidumbre experimentada por los individuos –especialmente en periodos de crisis– a quienes se les exige un cambio de actitud y de hábitos que serán insuficientes para contrarrestar la explotación que exige la inatajable demanda de productividad infinita11.
Sin embargo, cabe destacar que las condiciones para lidiar con la incertidumbre, así como la capacidad del individuo de asumir sus consecuencias, jamás han sido iguales para todos. Durante las temporadas de escasez y crisis hídrica incrementa, de forma exponencial, la incertidumbre para algunas colonias suburbanas y aquellas ubicadas en la periferia del Área Metropolitana de Monterrey, donde el servicio siempre ha sido irregular. Así, el mito de la autorresponsabilidad se desmorona al percatarnos del contraste que existe entre sectores de la población: por un lado, aquellos donde la gente peleaba por las pipas; por otro, los que regaban sus campos de golf con agua potable porque le hacían el “fuchi” al agua tratada12.
Agua estancada, agua envenenada
La crisis de 2022 no es un caso aislado. De acuerdo con un reporte de la UNAM, el 60 % de los cuerpos de agua del país presentan algún grado de contaminación: un total de 157 acuíferos son sobreexplotados, y el 71 % del país presenta un grado de presión hídrica alto o muy alto13.
El Frente de Organizaciones Ciudadanas por la Defensa de Nuevo León, regida bajo el lema “¡No es sequía, es saqueo!”, se propuso la tarea de desarticular la explicación oficial que se daba a la crisis, al apuntar que las condiciones e injusticias sociales, económicas y políticas no existen separadas de las crisis climática sino que, por el contrario, se encuentran inmiscuidas en su origen, agravación y gestión.
Más allá de cerrar la llave, conviene invitar a los regios a pensar y re-pensar críticamente su historia, identidad y sistema económico, y a mantenerse en movimiento incluso cuando las aguas parecen estar calmadas. Conviene trabajar el problema de raíz, en vez de esperar a que el próximo huracán llegue para sacarnos del apuro.
María Belén Cane
Estudiante de último año de la carrera de Sociología con una participación activa en la comunidad estudiantil. Fue editora y reportera de la Agencia Informativa UDEM en 2024. Ha participado en congresos nacionales e internacionales con investigaciones relacionadas a estudios de género y estudios de fans. Actualmente, se inclina por la ecología política, temática central de su tesis de licenciatura.
REFERENCIAS
1 Gómez, E. (5 de junio de 2022). Sequía en Nuevo León 2022: ¿Qué está pasando con el desabasto del agua en Monterrey. El Informador. https://www.informador.mx/mexico/Sequia-en-Nuevo-Leon-2022-Que-esta-pasando-con-el-agua-en-Monterrey-20220620-0128.html
2 Gobierno del Estado de Nuevo León (2022, 2 de febrero). Declaratoria de emergencia por Sequía en el Estado de Nuevo León. Periódico Oficial Gobierno Constitucional del Estado Libre y Soberano de Nuevo León.
3 Cantú-Martínez, P. C. (2022). Agua, sequía y cambio climático. Ciencia UANL, 25(116), 65-77.
4 Smith Pussetto, C., García Vázquez, N. J., & Pérez Esparza, J. D. (2008). Análisis de la ideología empresarial regiomontana: Un acercamiento a partir del periódico El Norte. Confines de relaciones internacionales y ciencia política, 4(7), 11-25.
5 Rojas Sandoval, J. (2004). Los valores de la cultura industrial regiomontana, HUMANITAS DIGITAL, 31, 605-622.
6 Esparza Hernández, L. G. & Lozano, C. G. V. (2014). Historia de las crisis del agua en el área metropolitana de Monterrey (AMM), previa a la llegada de las grandes represas (1597-1955). Ciencia UANL, 67 (37-51).
7 Villanueva Hernández, H., Jáuregui Díaz, J. A., & Avila Sánchez, M. D. J. (2021). La huella hídrica histórica de las principales industrias de Nuevo León. Las ciencias sociales en transición, 5, 41-55.
8 Ramírez, É. (13 de junio de 2022). Nuevo León: 12 multinacionales y 34 personas físicas acaparan el agua. Contralínea. https://contralinea.com.mx/interno/semana/nuevo-leon-12-multinacionales-y-34-personas-fisicas-acaparan-el-agua/
9 Tagle-Zamora, D., & Caldera-Ortega, A. R. (2019). Normatividad, gestión pública del agua y ambientalismo de mercado en México: un análisis desde los proyectos políticos (2012-2018). Tecnología y ciencias del agua, 10(2), 1-34.
10 Gudynas, E. (2010). Imágenes, ideas y conceptos sobre la naturaleza en América Latina. Cultura y naturaleza, 267-292.
11 Martinez-Canales, L. A. (2023). "¡No es sequía, es saqueo!" Propaganda y movimiento social durante la crisis hídrica en Monterrey, México, desde el sentido común de Gramsci. Transdisciplinar. Revista de Ciencias Sociales del CEH, 3(5), 130-172.
12 Silva, A. (21 de septiembre de 2022). Crisis de agua en Nuevo León: ‘Ricos’ de San Pedro la derrochan más en tiempos de sequía. El Financiero. https://www.elfinanciero.com.mx/estados/2022/09/21/crisis-de-agua-en-nuevo-leon-ricos-de-san-pedro-la-derrochan-mas-en-tiempos-de-sequia/
13 UNAM. (14 de mayo de 2023). Enfrenta México crisis hídrica. Boletín UNAM. https://www.dgcs.unam.mx/boletin/bdboletin/2023_370.html
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